Capítulo 2.

322 18 1
                                    


-Entonces, ¿Por qué el hijo de Claudio nos invita la comida?- Preguntó Carmen con una mirada picara, imaginando todo tipo de cosas sin que su amiga hubiese al menos respondido. Lola por su parte se tomaba su tiempo para degustar la comida que había pedido. Limpió su boca con una servilleta dejando la marca de su labial en esta, con calma tomó un sorbo de una coca cola dietética que tenía junto a ella, bajo la atenta e impaciente mirada de su amiga. –Anoche él me sacó de la pelea con Rosie, por eso no me viste más, la muy zorra le cortó el brazo con algo, así que fuimos a casa para limpiar su herida, no tuvimos sexo ni nada, pues hasta ese momento lo detestaba por haberme sacado de allí.- Comentó, saltándose la historia del sujeto del auto y su oferta. Aunque le tenía confianza a Carmen, no era un tema para hablar en ese momento.- Pero luego me di cuenta de que podemos sacar algún provecho, ¿no? Después de todo, se preocupó mucho, tal vez sea fácil conquistarlo.- La sonrisa de Carmen era de total aprobación, ella misma la ayudaría con el plan, pues sabía que su amiga no la dejaría por fuera de los beneficios.

Encargaron a Mónica las sobras que habían dejado para llevárselas a Yayo, el gato de Lola que llevaba días comiendo de la basura, y otra orden para Henry, su padre. Salieron del lugar contentas, Carmen tenía un posible trabajo, Lola una posible conquista y ambas habían comido hasta casi reventar. La única preocupación que ocupaba sus cabezas, era el examen que debería presentar Lola en un par de días para nivelar Filosofía y los nervios de Carmen por la noche del miércoles cuando haría su presentación en el Old Paul's.

La invitación les llegó a ambas cuando subían las escaleras del edificio donde vivía Lola. Una fiesta en la piscina pública del Valle a las 5 de la tarde, al parecer se celebraba el fin del curso e inicio de las vacaciones, la expectativa las emocionaba, así que Carmen se marchó pronto a su casa para poder arreglarse para el evento. Contaban con unas horas para todo su elaborado proceso de ponerse radiantes. El padre de Lola, Henry, dormía en su sofá, la televisión seguía encendida, así que Lola la apagó y llamó a su padre para que cenara. Buscó a Yayo por el lugar hasta hallarlo posado en el alfeizar de la ventana de su cuarto, lo cargó y llevó hasta la cocina para darle las sobras que había llevado para él. Luego de acariciar la cabecita del gato, se fue hasta la ducha, allí dejó que el agua fría cayera sobre ella  y empapara su cabello para lavarlo bien, al igual que todo su cuerpo. Se envolvió con una toalla y salió del baño. Tras minutos y minutos de contemplar su armario, logró decidir lo que se pondría para la fiesta. Eligió un short de jean negro que cubría hasta encima de su ombligo, y un crop top de mangas caídas que dejaban sus hombros al descubierto y solo cubrían su pecho. Dejó que su cabello cayera hasta su cintura en elaborados rizos y acomodó una diadema en la cima de su peinado para controlar algunos rizos rebeldes. Su celular empezó a sonar de nuevo, pero ya sabía que se trataba de Carmen apurándola para que pasara por ella, así que ignoró los pitidos del aparato y siguió aplicando mascara en sus ojos, y un tono rosa mate en sus labios. Agarró su bolso y metió allí su celular sin siquiera revisar los mensajes, y salió a toda prisa del edificio. Se sorprendió al ver la motocicleta de Jim Turchet parqueada en la acera. Se detuvo mirándola extrañada y pensando qué demonios hacía allí, pero la mano en su hombro respondió todo.

–Qué guapa, Lolita.- Le susurró el dueño de la moto, a pocos centímetros de su oído. –No respondiste mis mensajes.- Dijo caminando hasta posarse frente a ella. –Pero, ¿Quieres que te lleve a esa fiesta?- "¡Excelente! Ya caíste." Pensó con emoción Lolita, sonriendo coquetamente al muchacho. –Lo siento por no responder, mi batería murió. Me encantaría ir contigo, y así me explicas de donde sacaste mi número, ¿Te parece? –Respondió con una mirada que Jim no supo cómo interpretar, para él, Lola era una mezcla de falsa inocencia y una peligrosa ternura. Tenía, como muchos hombres, el deseo que fuese para él, poder presumir de poseerla, porque Lola era como un premio inalcanzable, que pocos pudieron admirar de cerca por algunos segundos, pero ninguno pudo mantener. Le entregó el casco para que se lo pusiera, pero Lola lo rechazó, prefería sentir el viento en su rostro y cruzando entre su cabello, subió a la parte trasera de la moto y se abrazó firmemente de la cintura del rubio, apoyando, estratégicamente, su barbilla en el hombro de Jim, tan cerca como para que su aliento pudiera acariciar el cuello de él. Carmen entendería luego porque no pasó por ella. 

Lolita. {Lana Del Rey}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora