Capítulo 19.

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Los ojos de la morena seguían el trayecto de una pequeña gota de agua que bajaba por el ventanal de la estancia del penthouse de Anthony. Parecía una competencia entre esa gota y muchas más que se fueron uniendo a la carrera. De pronto, la pequeña llovizna que había distraído a Lola, se había convertido en un torrencial aguacero. Recordó sus años en el Valle. Cuando llovía, se citaba con Carmen para salir hasta la cantera y reunirse con más amigos para disfrutar de la lluvia. Sin embargo, allí estaba, viéndola desde atrás de una ventana. Se sentía vacía. Sentía que había dejado atrás a la niña de 17 años que amaba caminar por el pueblo levantando las miradas de todos, escuchando halagos de todo tipo. Ahora se refugiaba en el maravilloso departamento de un multimillonario con quien salía porque no soportaba el olvido. Pero hasta allí le había perseguido su pasado. Sus momentos alegres y que ya no estaban más.
Para su fortuna, la puerta se abrió, dejando pasar al dueño del lugar, Anthony. La morena se apresuró a correr hasta sus brazos, envolviendo su cuerpo con los suyos y escondiendo su cabeza en el pecho del mayor.
Anthony la rodeó con sus brazos, posando una mano sobre su cabeza, protector.

- ¿Qué ha pasado, Lorraine? -Preguntó el hombre con voz suave y delicada. Ella simplemente negó, sin separarse de él.
- Solo te extrañaba. -Confesó. El sujeto tomó su rostro entre sus manos y depositó un tímido corto beso sobre los labios de Lola, la observó unos segundos y volvió a besarla, está vez con más intensidad, aunque fue un beso lento. La mente la traicionó. Inmediatamente comparó su beso con los de Jim, salvajes, desbordaban deseo a diferencia de Anthony, que se tomaba el tiempo de disfrutarlo, de recorrer cada cm de su boca con la suya, de no dejar lugar por explorar dentro de ella con su lengua.
Algo aturdida por el beso y sus pensamientos, Lola se separó abruptamente de él. Anthony le devolvió una mirada confusa, pero antes de que pudiera preguntar cualquier cosa, Lola lo estaba callando con un sencillo beso, rápido y corto.

- ¿Qué tal estuvo tu... Eso? -Preguntó girándose, caminando hacia el enorme sofá de pieles que había en medio del salón, con él de la mano.
Ambos se dejaron caer en él. Anthony empezó a contarle a la muchacha sobre su cena con algunos posibles socios, y aunque parecía muy atenta, su mente estaba lejos de lo que él le decía.
A ella no le interesaba saber cómo estaba el dólar, ni mucho menos.

- ¿Y a qué hora llegaste anoche? No te sentí, y ésta mañana estabas profundamente dormida... -Lola despertó de su ensimismamiento al escuchar su pregunta y procuró actuar como si no la hubiese tomado por sorpresa.

- Tarde... Ésta madrugada como a las 4:30... -Musitó, y pasó sus brazos alrededor del cuello de Anthony. Acercándose a él, pudo percibir el perfume que traía, una mezcla picante que le hacía recordarlo mucho cada que olía uno parecido. Dejó que su nariz vagara por su cuello y su pecho, aspirando la fragancia. Anthony tenía esa clase y porte de estilo francés, con mucha gracia en sus movimientos, que no dejaban de ser masculinos, pero más elegantes y delicados. Y la mirada, casi siempre con el ceño fruncido que le daba un aire de estar pensando todo profundamente, le hacía parecer aún más viejo de lo que realmente era, pero seguía siendo atractivo, con unos ojos tan azules, azul oscuro, el azul del mar profundo, bravo. Y de nuevo, se encontró comparándolo con Jim, con el italiano rebelde y descomplicado, de movimientos toscos y andar desorientado, pero que hacía sus ojos arder solo de verlo, ver su sonrisa ladina y orgullosa y el cabello semi rubio, con ondas bonitas que destellaban en el sol. Y lo extrañó. Y Anthony notó que algo no estaba bien. Con su mano, tomó la barbilla de Lola y le hizo fijar sus ojos en él.

- No estaría bien sabiendo que hay algo que te molesta, Lorraine. Si hay algo que quieras, solo pídemelo. -Su voz era segura y su mirada confiada y firme, como el agarre de su mano en su cintura y la caricia de su otra mano en la mejilla de la morena. Ella, a su vez, dejó descansar su mejilla en su mano, cerrando los ojos para hacer más personal la caricia. Al abrirlos, se acercó al sujeto frente a ella, al dueño de los ojos azules que tenía en frente y juntó sus labios de nuevo, lentamente, como él lo hacía, acariciando su cuello a la par, permitiendo a su lengua, abrirse paso en la boca del mayor. Las manos de Anthony bajaron hasta la cintura de Lola, apretándola contra él, y en un movimiento ágil, la sentó en sus piernas, sin separar sus labios ni un momento.
El beso fue aumentando de intensidad, de pasión, las manos expertas de Tony se colaron bajo la blusa de la chica, sintiendo la piel suave de seda de Lola, el calor que emanaba de su cuerpo, y con deliberada lentitud la pasó por encima de su cabeza, despojándola de ella por completo, admirando la completa desnudez del torso de la morena, por segunda vez. Sus perfectos pechos redondos, adornados con dos suaves perlas de rosa, coronando las montañas de su tórax. Con manos de conquistador, atrapó sus pechos, con suavidad, con la paciencia que le caracterizaba, en contraste a los besos que le daba la morena, desesperados, agitados.
Entonces Anthony dejó su boca, marcando una sinuoso camino de besos desde su mandíbula, por su cuello y bajando hasta su pecho, en donde se hizo poseedor de los senos de ella.
Sus manos no paraban las caricias y los labios de la chica no cortaban el contacto con la piel del empresario, dejando besos aquí y allí, en cualquier espacio que le brindara él.
Con la prisa del que espera mucho, ambos se deshicieron del resto de sus ropas, cautivados por la desnudez de ambos, por la piel tersa de Lola y la masculinidad de Tony.
Ella reposaba sobre el acolchado y amplio sofá de pieles de la sala, y el se hacía paso entre sus piernas, afirmando su peso con sus manos a los costados, mientras que ella abría sus piernas, invitándole a entrar, a unirse con ella. Y así lo hizo, despacio, lento porque no tenía prisa alguna, permitiéndose sentir con viva pasión cada roce, de cada centímetro de la piel de ambos, de la fricción permitida a pesar de la humedad de la orquídea abierta de Lola, hasta que al fin se instaló por completo dentro de ella, y se permitió empezar una danza que iba y venía en su interior, acelerando los movimientos ondulantes de sus caderas y la fuerza con que entraba y se apoderaba de ella.
La noche se rindió ante los gemidos de Lola, la música fueron sus jadeos y sus súplicas y las muchas veces que repitió el nombre de Anthony, fueron las veces que mejor se escuchó aquel nombre. Y en la privacidad de sus pensamientos, en lo más íntimo y profundo de su cabeza, se reprodujo la cara de Jim, en el momento en que Anthony le daba una última embestida que acabaría con ambos en un orgasmo exquisito, pero por siempre marcado por la presencia de Jim en sus pensamientos. Ambos cayeron rendidos al cansancio, uno al lado del otro en el sofá, pero Anthony la tomó rápidamente entre sus brazos de nuevo para  abrazarla contra su pecho y dejarla allí.
Él se durmió primero, pero Lola se mantuvo despierta, sus pensamientos no le habían abandonado y en el silencio de la noche sentía que gritaban en su cabeza. ¿Qué tenía allí? Miró su reflejo desnudo en el enorme ventanal del penthouse, desde donde podía ver todas las luces de la ciudad que nunca dormía. ¿Qué tenía allí? Lo tenía todo, todo tenía vestidos, joyas, lo que ella quisiera Tony se lo iba a dar, y lo tenía a él y ella lo quería, pero tenía a Jim, y era a él a quien amaba. A Jim. Y sin él, no tenía nada.
Con esa idea vinieron dos lágrimas que bajaron con rapidez por sus mejillas y seguido un sollozo que se apresuró a callar para no despertar a Anthony. Caminó hasta la habitación y fue por sábanas para ambos, y volvió a meterse con él en el sofá y a arroparse, pero solo lograría dormir horas después.

Lolita. {Lana Del Rey}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora