Comienzo de una amistad

1.6K 90 19
                                    


--Tat, ya terminé completamente todo --me entregó el cuaderno--. Muchas gracias. La verdad no sé qué haría sin ti.

--Está bien. Ya.

--Esa es la Tatiana de siempre. Isa, vete acostumbrando a esta amargada.

--No me parece amargada, Juan --sonrió.

Juan se ruborizó."Nunca vas a cambiar" pensé.

--Isa, si lo deseas, hazte al lado nuestro.

--Juan, ¿estás de acuerdo?

--Claro.

Isabella se sentó al lado mío.

Después de una hora, la campana sonó anunciando el receso. Isabella y Juan no paraban de hablar.

--Isabella ¿podrías adivinar con precisión desde qué edad conozco a Tatiana?

--Juan, ¿cómo lo va a saber con precisión si apenas nos conoce?

--Tat, no seas amargada. Sólo estoy bromeando --me abrazó haciéndome cosquillas. Después de separarlo de mí, Isabella continuó:

--¿Desde qué edad la conoces? No soy muy buena adivinando.

--Desde los 5 años aguantando a Tatiana. Increíble ¿no?

--Déjalo --hice rodar mis ojos.

--Tat, tranquilízate --después, se dirigió a mi amigo--. Juan, eres muy lindo.

--¿Eso crees? --se ruborizó de nuevo.

--Claro que sí.

Pasamos un rato agradable; reímos, hablamos, adelantamos un poco a Isabella de exámenes, deberes...

La campana sonó comunicándonos de que las horas demás de la mañana continuaban.

Las horas pasaron e Isabella, Juan y yo decidimos irnos juntos.

--Chicas, las dejo.

--¿Por qué, Juan?

--Isa, hoy me vienen a recoger, así que no podré estar a su lado.

--Pero, ¿mañana sí te vas con nosotras?

--Sí --ahora se dirigió a mí, abrazándome--. Perdón, Tat. Mi padre desde hace mucho tiempo no me visita, y ahora parece que quiere hacerlo, así que decidió recogerme. No sé si creerle o no...

--Tranquilo, Juan. Mañana nos vamos todos juntos. No hay problema.

--Ya que todo está aclarado, me despido.

Observé cómo Juan desaparecía de mi vista. Tenía la impresión de que él, al fin del caso, tendría que irse completamente solo a su casa.

--Juan es muy simpático.

--Sí, a veces, como ya te dije, hace el tonto, pero me cae muy bien --suspiré--. Bien, ¿nos vamos? ¿O tienes algo por hacer?

--No tengo nada. Vamos.

Nos íbamos alejando cada vez más de la preparatoria, e Isabella no paraba de hablar de Juan. No pude evitar molestarme.

--Hace mucho no conozco a alguien como Juan; amable, amistoso, caballeroso...

--Lo sé muy bien, Isabella, pero ya para, ¿no? Has estado con eso casi toda la mañana.

--Perdóname, no quería molestarte --dirigió su mirada al suelo, avergonzada. La miré de reojo y me sentí culpable de inmediato.

--No, perdóname tú a mí, no sé qué pasa.

Caminé más rápido para alejarme de ella. Isabella tenía esa extraña habilidad de hacer sentir culpable a una persona por sus actos cometidos. ¿Cómo es que le dije eso a una persona tan amable? Mi cabeza me carcomía cada vez más.

--Ya no importa --su mano retuvo mi brazo.

--Gracias, supongo --sentí mis mejillas arder.

Qué estupidez, vamos.

--Tat, te ves muy linda sonroja. ¿Lo haces a menudo?

--Bueno...

--¿Quieres un helado? Yo invito --sonreía mientras que su suave mano seguía en mi brazo.

--Bien.

Paramos un momento y nos dirigimos a la heladería más cercana; ella pidió un helado de fresa y yo uno de chocolate.

--¿Te gusta el helado de fresa?

--Sí. Y no es sólo ese sabor --me abrazó. Sentí sus enormes pechos junto a los míos. Casi pierdo mi helado.

--¿Qué pasa?

--Sólo te quería abrazar --susurró a mi oído--. Y también quería sentir tus pechos.

--¿Qué dices..? --sí, estaba sonrojada.

Amor complicado (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora