Lluvia

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--Tat, vamos a jugar.

--No quiero...

--¿Por qué? --hizo un puchero--. Se supone que somos niñas y, por esa razón, tenemos mucha energía.

--No todos somos iguales. Además, ¿tú qué sabes?

--Tat --extendió la palabra.

--En serio, no quiero jugar --crucé mis brazos y me encorve.

--Dime --se sentó a mi lado--. ¿Por qué no quieres jugar?

--Casi no salgo de mi casa, por ende, mi físico es terrible --alcé los hombros--. Y tú me hiciste correr a toda prisa a este parque que, por si no te diste cuenta, está algo alejado de mi casa. En resumen: no estoy acostumbrada a caminar ni mucho menos a correr.

--Si lo piensas bien, no está tan alejado --me sonrió--. Sólo eres una amargada. Te hice correr porque no quería que nos quitaran los juegos. Lo siento.

--No pasa nada, Sharit --sonreí de lado--.  ¿Sabes? Quiero comer un helado.

--Buen idea, pero... --se paró--. ¿El dinero?

--¿Tu casa está alejada? --la miré y sonreí.

--No --respondió con tranquilidad. Minutos después, entendió y me miró para ponerse a replicar--. No. No, no, no.

--¡Sí!

--Tat, sabes muy bien que mi madre no le gusta que coma dulces.

--Pero si vamos las dos --alcé mis hombros, todavía sonriendo--. No creo que se niegue.

--Eres una aprovechada, Tatiana --suspiro--. Bien, vamos.

Fuimos a la casa, la madre de Sharit se mostró amable y nos dio el dinero suficiente para comprarnos los helados. Pasamos el día entero en aquel parque, divirtiéndonos, hasta que mis padres decidieron hacerme entrar a casa. 

Al día siguiente en la escuela...

--¡Tat! --corre a abrazarme.

--Hola Sharit --sonreí--. ¿Cómo estás?

--Muy bien --sus mejillas estaban rosadas--. ¿Y tú?

--Bien.

--¿Hiciste el deber de Idiomas? --jugueteo con sus dedos mientras me miraba con esperanza. Yo voltee los ojos.

--No lo hiciste ¿verdad? --ella rió--. Estamos en cuarto de primaria y sigues siendo igual de perezosa. ¿En serio Sharit?

--El clima ¿no? --me quede mirándola, seria--. Está bien, perdón.

--En la primera hora te la paso, tranquila.

--¿Sabías que te quiero, Tat?

--Ajá, ajá --la empujé suavemente--. Vamos al aula.

Llegamos al aula y la maestra todavía no había llegado, así que Sharit y yo hablamos durante un rato. Después, la maestra entró al aula con las manos puestas en los hombros de una chica nueva.

--Buenos días chicos --nos sonríe a todos--. Quiero presentar a su nueva compañera --la maestra le da unas suaves palmadas en los hombros, indicándole que hablara.

Amor complicado (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora