Pasado un tiempo

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Unos meses después no vi a Isabella ni siquiera en la preparatoria.
Juan me había ayudado mucho a volver a integrarme.

No sé si fue esa recaída el hecho por el cual empecé pensar que yo era más bisexual que lesbiana.
He pensado mucho y creo que por fin tengo bastante claro lo que siento por Isabella: ella es muy hermosa y despierta en mí unos sentimientos muy lindos. Pero no la amo.
Supongo que es normal todos estos líos a mi edad.

Quiero mucho más a Juan de lo que yo misma esperaba.

Desde el momento en que le pedí un tiempo a Isabella no sonrío tanto. Nada hace que yo sonría excepto Juan.
Mi madre sigue siendo igual: me da consejos, me sonríe...Ella hace un gran esfuerzo para que yo esté mejor.

--Tat, ¿puedo ir a tu casa para hacer el deber de Química?

--Sí, no hay problema.

En eso, aparece una chica.

--Hola, Tatiana.

La miré, titubeante.

--Disculpa, ¿tú quién eres?

--¿En serio? --sonrió con ironía--. ¿No me recuerdas?

--No.

--Soy Valeria.

--¿Valeria?

Mi vista se comenzó a nublar. Vi una inefable oscuridad que poco a poco me consumía.
Caí al suelo.

--¡Tatiana!

--Chico, llévala al hospital o algo así --pude distinguir su silueta alejándose.

Sentí las manos y los brazos de Juan.

Era una pequeña.

--Tatiana.

--Por favor no me hagas esto, papá. No lo hagas --mis ojos se inundaban de lágrimas--. Por favor...

--Tú te vienes conmigo.

En ese lugar se encontraban niños y niñas casi de mi edad, comúnmente amarrados y con lágrimas cayendo por sus mejillas.

Mi padre hizo lo propio y me dejó ahí sin nada más para añadir.

--Papá, por favor, no hagas esto.

--Cállate --me dio una bofetada y se alejó de la jaula--. Esto no lo decido yo.

--¿Por qué me haces esto?

Todo lo que podía decir era superfluo. Temblaba, abrazaba mis piernas y lloraba.
La soledad y el miedo no se mide por edad.

--Hola.

--¿Quién eres? --subí un poco mi cabeza para poder mirar a la persona que me hablaba.

--Me llamo Valeria. ¿Cómo te llamas tú?

--Tatiana... --sequé mis lágrimas.

--¿Qué te hacen a ti? --Valeria apoyó su espalda en una pared de su jaula, mirándome.

Se me hizo un nudo en la garganta. El perenne miedo que sentía en aquellos momentos no se iría tan fácilmente.

--Me amarran a un cama totalmente desnuda --mi voz apenas y se escuchaba--. Unos hombres tocan mi cuerpo, a veces también me golpean --abracé con mucha más fuerza mis piernas mientras recordaba--. Sin ninguna compasión.

--Lo siento --intentó acercarse y empezó a susurrar--. Creo que mi padre te busca.

--¿Qué?

Amor complicado (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora