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Abrió los ojos todavía aturdida, se incorporó a duras penas. El sitio era horrible, demacrado, sucio y oscuro. Virginia no veía nada más allá de sus narices, notaba los latidos de su corazón alzarse incluso por encima de su incesante respiración. A tientas palpó la estancia donde se encontraba, pensó que no debía de ser muy grande y acertó, pronto localizó el pomo de lo que aparentemente era una gran puerta de metal con un tacto excesivamente mugriento.

Empezó a aporrear la puerta y a gritar, con la esperanza de que alguien la escuchara, de que alguien la sacara de allí, no obtuvo respuesta y las primeras lágrimas de desesperación surcaban sus mejillas sin control. A lo lejos oyó pasos aproximarse hacia dicha puerta con una marcha firme y decidida, a los pocos segundos la puerta se abrió y la pelirroja quedó cegada por los rayos de luz emergentes del exterior.

-Ya te has despertado, pensábamos que te había pasado algo- Dijo un hombre pelirrojo de mediana estatura mientras le invitaba a salir de ese cuadrucho- Te lo advierto si pretendes escapar este no es el lugar ni el momento indicado.

-¿Qué queréis de mi? ¿Quiénes sois?- arrancó por fin a preguntar la pelirroja.

-Tal vez si me sigues señorita tendrás una respuesta.

Virginia acató las ordenes del hombre y lo siguió hasta que los dos acabaron en una enorme sala donde les esperaban muchos más hombres, cada cual más armado que el anterior, mientras que en el centro presidia un señor de mediana edad, en su pelo moreno se podían apreciar los primeros síntomas de la vejez, en su mano derecha, como quitándole hierro al asunto, recostaba ligeramente un cigarro a medio acabar, ese individuo dirigió la mirad a la chica e inmediatamente sonrió.

-Buenas tardes, señorita. Lamento que le haya sentado tan mal el echo de que la secuestremos..

"No si quieres, ahora me lo tomo bien" pensó Virginia.

-...Pero realmente no es a usted a quien perseguimos sino a su novio, pareja, marido ... Como sea que se llame hoy en día. Por favor sientese- le ofreció amablemente el hombre señalando un asiento enfrente suya, Virginia aceptó, tenía los tobillos como dos pelotas de tenis.

-Creo que se ha equivocado, mi novio está muerto.

-¿Muerto?

-Murió el sábado pasado en una pelea, sea lo que sea lo que tuvieran con él no es asunto mío.- Concluyó Virginia, intentando parecer firme.

El hombre dio una calada a su ya muy gastado cigarro antes de esbozar una pequeña sonrisa pícara.

-Entonces, con más motivo se va a quedar con nosotros señorita.

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Aparcó bruscamente casi usurpando la entrada del edificio, el gran frenazo que se vio obligado a practicar, por no chocar contra una farola, dejó notables marcas en el suelo de la calzada.

Cogió las llaves del vehículo a toda prisa y salió de el, cerrando con brusquedad la puerta, se hizo valer de sus dos largas piernas para correr hasta la puerta del gran edificio, la abrió sin mirar a quien atropellaba y en pocos pasos alcanzó las escaleras y empezó a subir los escalones de dos en dos, tropezando con todo aquel que, sin buscarlo, se interponía en su camino.

Llegó con extrema rapidez a la puerta de la azotea de ese edificio y la abrió en un instante, una vez dentro observó el desértico lugar, respiró hondo al comprobar que nadie la habitaba.

El lugar era gélido y airoso debido a la extensión kilométrica de la que contaba el largo del edificio. Todavía jadeante Tae recorrió varios pasos sin rumbo fijo por aquel lugar, fijaba su vista en el horizonte, lo único que podía observar el la extensa envergadura de la ciudad que se alzaba a sus pies, los pájaros volando libre por las azoteas de los diferentes edificios y la brisa acariciando cada una de las tejas de las casas.

Were in danger. (Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora