Capítulo 20: A casa.

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Felipe me dejó en casa apenas se lo pedí, me insistió un par de veces para que le contara lo que había pasado, pero lo único que logré hacer fue llorar y llorar sin parar; él nunca me había visto así, quiso quedarse conmigo pero me negué, necesitaba estar sola.

Mi reloj había sonado a las siete de la mañana para tomar el primer bus que me llevará a casa, aunque le había prometido a mamá que me iría hoy en la noche. Pero ya son las ocho y aun no me levanto, las lágrimas no han querido dejar de salir, me duele tanto el corazón que ni ganas tengo de levantarme.

Vamos Lily, tienes que irte. Me animo.

Me levanto y saco la maleta que la he tenido guardada debajo de mi cama, la dejo sobre ella, la abro y camino a mi armario para meter toda la ropa que alcance en ella. Voy al baño me doy una ducha rápida para después juntar mis artículos de aseo y meterles también en mi maleta que ya esta demasiado llena, por suerte en los buses no cobran el sobre peso. Cuando ya tengo todo listo, cierro la maleta apenas, tiene tanta ropa que parece como si fuese a explotar. Me visto con las mismas prendas que me puse a noche para el cumpleaños de Cristóbal; recordándolo ni siquiera le di mis felicitaciones, ya tendré tiempo de llamarlo.

Bajo las escaleras con dificultad, mi equipaje pesa demasiado. Al fin llego al primer piso un poco agitada por el esfuerzo y lo primero que veo es el sofá recordándome a Matías, se vienen a mi mente tantos momentos a su lado sobre la noche de mi cumpleaños ¿Cómo voy a olvidarlo si lo tengo tan dentro de la piel?

— ¿Sabes por que me enamoré de ti? — le pregunté mirándolo a los ojos.

Él se negó.

— Me enamoré de ti porque demostrarte que podías amar, que podías cambiar a ese Matías que solo utilizaba a las chicas — suspiré —. Me enamoré mientras te enamorabas de ella.

Nos quedamos mirando fijamente. Matías estaba pensando mucho y eso me exasperaba.

— ¿Qué piensas? — pregunté mientras bebía de mi copa.

— En ti — dijo sin pelos en la lengua.

— ¿Me quieres?

— Demasiado.

— Lo sé — sonreí — tus ojos me lo dicen.

— ¿Y que más te dicen? — quiso saber.

Me acerqué aun más, miré sus ojos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclaron.

— Dicen que te mueres por besarme.

Bajó su mirada a mis labios. Entonces en ese momento acercó su rostro más al mío, cerré mis ojos esperando a que me besara y lo hizo, me besó con tanta pasión que pensé desaparecer en este preciso instante...

Muevo de mi cabeza desesperadamente para poder apartar aquel recuerdo de mi mente, pero lamentablemente no quiere irse. Camino hasta la puerta, miro mi casa por última vez en este año, puesto que no pienso volver hasta antes de que comiencen las clases. Salgo de casa y cierro la puerta detrás de mí, camino por la acera porque necesito llegar a la calle principal para hacer parar un taxi.

— ¡Lily! — gritan mi nombre. Por favor que no sea Matías — ¡Lily! — grita y esta vez el grito es acompañado por una bocina de auto. Me doy la vuelta, para mi sorpresa es Cesar el que está llamándome. Había olvidado despedirme de él. — ¿A dónde vas?

Camino hasta su auto y me paro al lado de la ventanilla.

— A la casa de mi madre.

— ¿Sin despedirte?

— Lo siento, Cesar — me disculpo avergonzada. Él se baja del auto y se queda parado en frente de mí.

— ¿Estas terminando?

— Algo así, necesito tiempo para pensar y estando aquí no llegaré a ninguna parte— bajo la mirada.

— Sabes... — levanta mi rostro con una mano para que le mire — te comprendo, Lily —sonríe —. Estas tan enamorada de él que me es imposible competir.

— Nunca quise hacerte daño.

— No te preocupes por eso, si quieres puedo llevarte al terminal de buses — cambia de tema.

— No creo que sea necesario — me aparto.

— Claro que lo es, así me dejas pasar estos últimos minutos a tu lado — acaricia mis mejillas.

Es igual de masoquista que yo. Sabiendo que no estoy hecha para él, sigue queriéndome en su vida.

— Está bien — sonrío tímidamente.

— Vamos, sube — toma mi maleta — Yo subo tu equipaje al auto.

Le dedico otra sonrisa agradecida. Camino hasta la puerta del copiloto, la abro, me siento y la cierro, espero a Cesar que ya había metido mis cosas en la parte trasera del auto, cierra la puerta y camina hasta su lugar.

Agradezco que no se llene de prejuicios hacia mí por pensar irme sin despedirme de él. He estado pensando tanto en Matías que me he olvidado completamente de Cesar, otra vez. ¿Por qué debemos enamorarnos de la persona equivocada? Es tan típico querer al chico malo y no fijarse nunca en los sentimientos de la persona que en verdad nos esta queriendo. Por eso necesito irme, para sacarme aunque sea un poco de la cabeza al chico que pensé que nunca me haría daño.

Cuando llegamos al terminar de buses, bajo del auto y espero que Cesar baje mi maleta.

— Gracias por traerme — beso su mejilla.

— Voy a hacerte compañía hasta que tomes ese bus — cierra el maletero del auto.

— No hace falta.

— Ya te lo dije.

Me encojo de hombros, ni ganas tengo de obtener una tonta discusión. Caminamos hasta la boletería para comprar el primer pasaje que tengan hacia mi destino, odio viajar de día son tantas horas de viaje que prefiero irme de noche y así dormir todo el trayecto.

— Su bus sale en cinco minutos, señorita — anuncia la vendedora.

— Gracias — recibo mi boleto, caminamos rápidamente hasta el bus que me llevará a casa. El ayudante del chofer ya está cerrando la puerta para meter el equipaje — ¡Espera! — grito, corrimos hasta él y Cesar le hace entrega de mis cosas para que las meta dentro.

— Te lo agradezco — le dice Cesar. Se da la vuelta hacia a mi, abre su boca para hablar pero la cierra inmediatamente.

— Bueno creo que ya es hora de despedirnos — hablo primero. Él asiente — gracias por traerme — sonrío.

Pasa su mano por detrás de mi cabeza y la acerca a su cara, me mira a los ojos; dicen tanto que no quiero seguir mirándolo. Baja la mirada hasta mis labios, espero a que me diga algo pero creo que las palabras sobran para él, se acerca y rosa sus labios con los míos, la desesperación de su beso me provocan ganas de echarme a llorar; estoy perdiendo a un buen hombre. Se aleja de mí y me mira otra vez a los ojos.

— Nos vemos Lily — sonríe, pero sus ojos me enseñan toda su tristeza —. Está demás decir que esperaré a que vuelvas, pero no pierdo nada con decírtelo.

Me acerco a él y ahora soy yo quien le besa, sus labios son tan suaves que quisiera llevármelo a casa de mi madre, pero está vez debo hacer las cosas bien cueste lo que cueste, pierda a quien pierda.

— Cesar... — digo sobre sus labios — no le digas a nadie a donde me fui.


Quiero verte más © | PA#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora