Capítulo 3: Nuestro pacto.

889 104 18
                                    

Bajamos de su auto, nos sacamos las zapatillas y caminamos a pies descalzos hasta la orilla del lago. Él toma de mi mano; al sentir su tacto un escalofrío recorre mi espalda.

El día está perfecto, que me recuerda a la primera vez que venimos aquí hace tres años atrás.

Cuando me despedí de Matías esa madrugada, pensé que no le volvería a ver otra vez, entre tantos estudiantes era difícil volver a encontrarse con él. Ya había pasado una semana y ni siquiera aparecía entre la gente, por un momento pensé que era un invitado de esa fiesta y no que estudiaba en la universidad, sin embargo, el arrepentimiento de no haberle pedido su número de teléfono se desvaneció al verlo aparecer ante mis ojos. Él corría a toda velocidad, pero cuando nuestras miradas se cruzaron me dedicó una sonrisa.

— ¡Vamos Lily! ¡Corre! — me gritó Matías.

Pensé que se detendría pero no, el tonto pretendía que lo siguiera y como soy tan obediente hice lo que me pidió, corrí tras él.

— ¿¡Qué pasa!? — quise saber.

— ¡Luego te cuento! ¡Ahora corre!

Corrí como si un violador me estuviera persiguiendo, miré hacia atrás para ver quien venía detrás de nosotros, eran tres hombres.

— ¡Qué has hecho! — grité y no era un pregunta.

— No hay tiempo para hablar — respondió agitado.

Continuamos corriendo unos minutos más, pero nunca logré alcanzar la velocidad de sus pies, mis rodillas me fallaron provocando que tropezara una, dos, tres veces hasta que caí al suelo. Matías se detuvo en seco y se dio la vuelta para mirarme.

— ¡Continua! — grité, y eso me recordó a una película de terror cuando los amigos corren del asesino y siempre el más tarado cae al suelo.

Se acercó hasta donde estaba tirada.

— No sé que has hecho pero tienes que irte — dije preocupada.

Él sonrió, aunque creo qué le faltaba poco para lanzar la carcajada y burlarse de mí.

— Estas loca si te dejo aquí — se acercó más a mi cuerpo y me tomó en brazos — Conozco un lugar en donde podemos ocultarnos — dijo cerca de mi oído.

Apreciarlo tan cerca me hacia sentir como la primera vez que me enamoré, pero al comienzo no es más que la emoción de querer darle tu corazón a esa persona y te importa una mierda si lo va a romper o no. Antes siempre me pasaba, me lanzaba al vacío sin importarme mucho que pudiera haber cuando llegará al final, me enamoraba sin miedo, pero todo cambió después de la última vez, me dañaron bastante, sin embargo, ya no lo permitiría nunca más.

Apenas llegamos a lugar que Matías conocía, él me dejo sobre el césped y así sentarse a mi lado.

— ¿Por qué te seguían? — pregunté.

Tomó aire.

— Porque sus novias se acostaron conmigo — sonrió.

— ¿Las tres? — curioseé sin creerlo.

Asintió.

— Así que eres de eso idiotas que va rompiendo parejas — afirmé.

— No es mi culpa que sus novias busquen en mi lo que no encuentran en ellos — dijo con arrogancia — Ellas vienen a mi y yo las recibo con los brazos abiertos.

— Que fácil eres — comenté.

— Ellas son las fáciles que con un par de palabras bonitas se entregan.

— Ya no me caes bien — intenté mirarlo con asco, pero no resulto porque él sonrió ampliamente.

— No te preocupes, Lily — me dio unas palmaditas en el hombro — No suelo caerle bien a mucha gente por querer divertirme de esa forma, pero estoy seguro que tu no serás una más de ellas.

— ¡Claro que no! — Exclamé — Puede que me pegues una enfermedad — bromeé.

— No seas tonta — revisó sus bolsillos y saco de ellos un cuadrado plateado — Sin gorrito no hay fiesta —sonrió ampliamente.

— Que bueno saberlo — dije con ironía — No quería verte morir de algo.

Pasó su brazo por mis hombros y me apretó fuerte contra su cuerpo.

— Lily, lamento informarte que tendrás Mati hasta que el amor nos separe.

— ¿Qué el amor nos separe? — Repetí en una pregunta — No pienso enamorarme de alguien como tú.

Pero quizás sea tarde porque el idiota ya me gusta.

— No escupas al cielo que te puede caer dos veces — dijo con diversión — Pero para que estés tranquila — se arrodilló enfrente de mi — hagamos un pacto.

— No creo en pactos, siempre se terminan rompiendo.

— Vamos no seas pesimista — me tomó las manos — solo es un pacto pequeño.

Suspiré.

— Bueno — sonreí — ¿Qué te traes entre manos?

— Seremos amigos hasta el final, nos divertiremos en las fiestas, ligaremos los demás, nunca nos separemos excepto para ir al baño — decía con entusiasmo — Puede que tengamos problemas algunas veces porque soy un poco complicado de entender, pero te aseguro que seré el mejor amigo que puedas tener.

— ¿Todo eso a costo de qué? — quise saber.

— De que nunca sentiremos esa cosa que le llaman amor — me miró fijamente a los ojos — El amor es para débiles.

— ¿Acaso alguna vez te has enamorado?

Negó con la cabeza.

— Pero he visto lo que hace con la gente, prométeme que si alguna vez me enamoro me vas a golpear hasta que se vaya.

Reí.

— Eres como un niño ¿Cuántos años tienes?

— Diecinueve.

— Disculpa por romper tus ilusiones sobre el amor — me acerque a él — pero el amor llega cuando menos te lo esperas — susurré.

Y así fue, el amor llego para ambos pero de diferentes formas, él enamorado de una chica que jugó con sus sentimientos, y yo enamorada de él mientras rompía mi corazón con cada mirada y sonrisa dedicada a la mujer que por poco acaba con nuestra amistad. 

Quiero verte más © | PA#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora