s e i s

602 34 12
                                    

Cerré la puerta del departamento de una sola patada y me lancé a mi cama, suspirando. No quería llorar por la estupidez de Alex, pero simplemente no podía evitarlo. Lo odio. Lo odio por hacerme sufrir. Lo odio por ser un idiota. Lo odio por amarlo. Lloré toda la noche sin parar, desahogándome por completo. No quería verlo más, pero al mismo tiempo si quería, aún lo quería como cuando tenía 17 años. Sequé las lágrimas con el dorso de mi mano y me arropé con las mantas de la cama, durmiendome con ropa.

—Arianne, despierta—me sacudieron fuertemente. Abrí los ojos gruñendo por la fuerte sacudida. La cara sonriente de Breana era cubierta por su corto cabello mientras se inclinaba hacia mi. Fruncí el ceño y golpeé su estómago suavemente.

—Despierta maldita sea—Breana se tiró encima mio, quitándome todo el aire de los pulmones.

—Breana—dije a penas. Ella se levantó al instante y me dio espacio. Tomé una bocanada de aire y la miré.

—Estúpida mi aire, idiota—puse voz aguda. Ella se rió y me abrazó.

—Disculpa—me soltó y salió de la habitación. Me levanté y restregué mi cara con ambas manos mientras estiraba mi cuerpo. Me levanté y caminé al comedor, donde Caleb desayunaba mientras veía la televisión.

—Buenos días Leb—saludé. El me respondió con la boca llena y sonrío. Me reí y caminé hacia la cocina a prepararme un tazón de cereales. Llevé el tazón de cereales con leche y me senté frente a Caleb, de espaldas a la televisión.

—¿Cómo volvieron de la fiesta?—dije mientras metía una cucharada de cereal en mi boca.

—Katie y Jamie también estaban en la fiesta, nos vinieron a dejar al departamento.

—Lo lamento tanto, es sólo que..—las palabras se esfumaron de mi boca y guardé silencio, sin saber que decir.

—¿Alex, no?—me levantó una ceja, interrogante. Yo asentí y suspiré.

—¿Aún lo quieres?—su pregunta me tomó por sorpresa, y repetí la pregunta en mi cabeza. ¿Aún lo quieres?, demonios, que sí. Aunque vaya en contra de mi propio corazón, aún lo quiero. Miré los marrones ojos de Caleb mientras bebía de su café y asentí microscópicamente. Sus ojos se abrieron de par en par y se atragantó con el café. Depositó la taza en el plato mientras tosía frenéticamente.

—Perdón, perdón. No quise reaccionar así, disculpa—decía mientras golpeaba su pecho y tosía. —Es sólo que, después de haberte tenido llorando en mis hombros por él, es raro oír eso de ti.

—Tienes razón, es sólo que, no lo sé, aún siento lo mismo por él como cuando tenía 17 años, y es algo inevitable. Pero al mismo tiempo lo odio, no se sí me entiendas—me llevé otra cucharada de cereal a la boca.

—Sea cual sea tu decisión, te apoyaré en todo—me sonrió. Le devolví la sonrisa y terminé mi desayuno en silencio. Metí la última cucharada de cereal a mi boca y me levanté de la mesa con el plato, caminé hasta la cocina y deposité suavemente el plato en el lavavajillas.

—Saldré a caminar un rato—dije mientras pasaba frente a la mesa. Caminé por el estrecho pasillo y entré en mi habitación, cerrando la puerta detrás mío. Me vestí simple, unos pantalones de mezclilla un poco arremangados en las piernas, unas zapatillas, una camiseta negra, una bufanda negra y mi chaqueta de jeans. Me acerqué a mi mesita de noche y revolvía el cajón entero buscando mis cigarrillos y su respectivo encendedor negro. Guardé ambas cosas en mis bolsillos y volví al salón a buscar mi teléfono y llaves.

—Volveré en un rato más—grité mientras cerraba la puerta del departamento. Bajé por el ascensor, y salí del edificio con ambas manos en los bolsillos de mi chaqueta. Caminé en silencio por la acera, escuchando el ruido de las hojas que eran sacudidas por el viento. Pensé en Alex, repitiéndome la pregunta que me hizo Caleb. ¿Aún lo quieres? ¿Lo quiero? ¿A pesar de lo que me ha hecho? ¿Sería capaz de perdonarlo? Claro que si. La sonrisa de Chris se vino a mi mente. ¿Qué hago con Chris? Lo quiero muchísimo, al igual que el a mí. Me senté en un banco de un parque y saqué un cigarrillo de la cajetilla con mis labios, mientras lo encendía. Le di una profunda calada, dejando que el humo recorriera mis pulmones. Exhalé algo de humo mientras metía mi mano en mi bolsillo y cruzaba mis piernas. Una pelota de color rojo se detuvo a mis pies, y un niño pequeño se acercaba a mi corriendo. Escondí el cigarrillo detrás de mi mientras me inclinaba para recoger la pelota de mis pies. El pequeño se detuvo frente a mi y miró fijamente la pelota. Fijé mi mirada en el pequeño y fruncí el ceño. Era Hearst, el hijo de Nick y Kelly.

Señorita [DMAF#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora