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Me giré con un leve gesto de sorpresa.

—¿Tom?—entrecerré mis ojos.

—El mismo—sonrió. Pero no era una sonrisa de alegría. Era una sonrisa cínica, que envió un escalofrío por mi espalda. —¿Cómo has estado?—preguntó. No respondí. La última vez que vi a Tom fue el día de mi graduación, cuando me besó y Alex lo molió a golpes. Y esa amistad no terminó bien. —¿Los ratones te comieron la lengua?—volvió a sonreír. Sentí a Alex presionar suavemente mi mano.

—He estado bien—dije fría.

Tom chasqueó su lengua.

—Qué manera de tratar a un viejo amigo—un silencio incómodo se plantó en el ambiente. Alex volvió a presionar mi mano.

—¿Qué haces por aquí?—le pregunté.

—Oh, venía con mi novia por una cena romántica.

Asentí. Y una mujer se acercó a Tom sin mirarnos.

—¿Taylor?—dijimos al unísono con Alex. Nuestra confusión no tenía precio.
Taylor nos miró y sonrió. De la misma manera que Tom, una sonrisa cínica.

—Nos vamos—susurró Alex y me arrastró fuera del restaurante. Pasé por el lado de Tom, chocando con su hombro por accidente.

—Cuídate mucho Arianne—y su sonrisa se esfumó. Una vez más, un escalofrío recorrió mi espalda. Nos subimos al auto de Alex en silencio.

—Qué mierda—dije después de un rato de silencio. Alex me miró y encendió el auto.

—Definitivamente qué mierda—comenzó a manejar por las oscuras calles. Miraba en silencio las calles cuando Alex me habló.

—Vamos a ir a mi primer restaurante favorito—dijo con su mirada fija en el camino. Fruncí el ceño.

—¿El otro no era el primero?—lo miré. El sonrío.

—Este lo estaba guardando para una ocasión más especial—me miró y me guiñó un ojo. Reí y seguí mirando el camino. —Llegamos—detuvo el auto en la acera, un poco delante del restaurante. Me bajé del auto y suspiré, intentando olvidar a Tom. Alex rodeó el auto y tomó mi mano sonriente. Le devolví la sonrisa y entramos al restaurante, al cruzar la puerta, un cálido viento llegó a mi cara. La calefacción era agradable.

—Una mesa para dos—dijo Alex a un camarero que se nos acercaba. El hombrecillo regordete asintió y nos hizo señas para que lo siguiéramos. Caminé por delante de Alex entre el laberinto de mesas y nos detuvimos frente a una que estaba en una esquina, ya que el restaurante estaba bastante lleno. El hombrecillo nos sonrió y le devolvimos la sonrisa. Alex abrió mi silla para que me sentara. Me senté aún sonriendo y susurré un gracias. Alex se sentó frente a mi y se inclinó sobre la mesa mientras el hombre dejaba la carta. Alex leyó la carta y me la pasó a mi. Intentaba leer los platos, pero no entendía lo que significaba ninguno, ya que estaba casi todo en italiano.

—¿Ya decidiste?—Alex colgaba su chaqueta en el respaldo de su silla y se arremangaba las mangas de su camisa.
Hice una mueca y le devolví el pequeño libro.

—No entiendo nada—sonreí nerviosa.

—¿Quieres que elija por ti?—Alex leyó la carta.

—Sorpréndeme—le levanté una ceja. El me miró sonriendo y llamó al camarero y le nombró dos platos con un italiano no tan fluido. El camarero hizo una reverencia y se retiró.

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—Estuvo delicioso—dije limpiando el resto de salsa en mis labios con una servilleta. Alex limpió su boca y sonrió. Junté los cubiertos encima del plato y le sonreí. Alex le dio un último bocado a su comida y juntó sus cubiertos en el plato como lo hice yo. Se inclinó con su copa de alcohol en alto y me sonrió.

Señorita [DMAF#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora