Capítulo 4

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Cuando papá se fue no pasaban de las cinco con cuarenta. El ambiente cambió un poco, Julian tomaba mayor distancia, supongo que sabía que ahora podía pasar cualquier cosa, y aunque en sus ojos se veía desesperación también había calma en ellos, emociones contradictorias pero ambas peleaban por ganarle a la otra.

-Emmi, en realidad me gustas... -antes de que pudiera continuar me lance a besarlo, apliqué tanta fuera que caímos al piso, giramos y me dejo bajo su cuerpo, me siguió besando, el beso era fuerte pero mantenía un toque de ternura- No me dejaste terminar niñita, ten cuidado, recuerda que estamos solos en tu casa.

-Lo se. No te tengo miedo -no se que rayos me pasaba con ese chico, me hacia perder la razón, me hacia decir cosas atrevidas-Julian, bésame -le pedí, y lo hizo, comenzó a tomar mis piernas, besaba mi cuello, sentía como nuestras respiraciones se aceleraban, comencé a meter mis manos bajo su suéter y acaricié su espalda, sentí tanta adrenalina que no pude evitar arañarlo y suspirar-.

-¿Qué pasa? ¿Ahora nos vamos a tratar así? -puso una cara de niñito tierno e inocente, me ayudó a levantarme y me abrazo. Escuche como inhalaba el olor de mi cabello, me estrechó fuertemente ente sus brazos, se separó de mi y besó mis manos.- Emmi, ya debo irme, pero no quiero dejarte sola en casa, prométeme que llamarás sí pasa algo -puso en mis manos un trozo de papel-.

-¿Por qué no te quedas? No llegarán hasta mañana al medio día -me sentía una niñita tonta suplicando por un caramelo, pero de verdad deseaba que se quedara, me levanto en sus brazos y caminó hacia la puerta-.

-De verdad me gustaría quedarme, pero será en otra ocasión, a penas hoy conocí a tu padre, no te quiero causar problemas. Las vacaciones a penas comienzan, tenemos tiempo -mientras hablaba acariciaba mi mejillas, pasaba sus dedos por mi rizado cabello, que guapo lucía.

Para cuándo se marchó ya eran las nueve y media de la noche, no era la primera vez que me quedaba sola en casa,  me serví leche y galleas, apague las luces y subí a mi habitación. Estaba pensando en Julian cuando Luca marcó, estaba tan feliz que no quería hablar con él, seguramente preguntaría si estaba sola y de cualquier manera vendría a casa, pero no quería tenerlo aquí, en mi tonta cabecita ya estaba pasando algo más con Julian, no quería estropearlo; pobre Luca, siempre pasaba lo mismo pero nunca se cansaba de mi, siempre decía que en algún momento yo estaría con él, que seríamos muy felices, que siempre estaría ahí cuando todo en mi interior se rompiera.

Me acosté a ver el techo mientras pensaba en que habría pasado sí Julian se hubiese quedado, algo me pasaba cuando estaba con él, el día de hoy fue todo muy tierno, ni siquiera pasaron por mi cabeza pensamientos perversos; me habría gustado que se quedara, poder verlo mientras dormía o que el me viera y cuidara de mis sueños. Quería saber si su cabello se despeinaba al despertar o simplemente saber que le gusta desayunar. Después de las galletas y los pensamientos apague las luces y me dormí.

Cuando me desperté me di cuenta que tenía un mensaje de mamá, se quedarían un par de días más en casa de la abuela, llegarían el martes, quizá el miércoles por la noche; con mis padres nunca se sabía, igual estaba acostumbrada a tanto "abandono", afortunadamente en casos como estos mi cuenta de "ahorros" -que siempre la tenía vacía- era compensada con dinero para sobrevivir los días que no estuvieran mis padres en casa. Decidí que al menos el lunes no saldría para nada, ni siquiera estaba en mis planes ducharme, me anduve trajinando todo el día en bóxers y camiseta, traía el cabello recogido en un chongo, desayune café y pan tostado.

La mayor parte del día escuche música tirada en el piso de la sala. Escuché que tocaban la puerta, mis padres siempre olvidaban sus llaves en el auto o dentro de las maletas, y como siempre con ellos NUNCA se sabe- Demonios familia, porque jamás... -dije mientras abría la puerta y para mi sorpresa era Julian, traía flores y venía un poco más arreglado que el día anterior-.

-Emmi, eh... -tuvo una risa nerviosa- creí que ya estaban tus padres en casa.

-No, decidieron quedarse hasta mañana o el miércoles, pasa, y por cierto, lindas flores -abrí la puerta un poco más como señal de que podía pasar, y lo hizo, aunque con cierta cautela-.

-Emmi, luces excepcional así, pero deberías ponerte pantalones -me miraba con fascinación contenida-.

-Deberías quitarte los tuyos y andaríamos iguales -mientras lo decía me acerqué a él, abrí mi camiseta dos botones más, por un segundo me sentí la cosa más ridícula y me detuve... demasiado tarde, Julian se acercó a mi empujándome contra la pared, sostuvo mis muñecas con su brazo izquierdo-.

-Estas jugando con fuego niñita, tu cara de niña buena no es más que un disfraz, no me engañas Emmi, y yo tampoco quiero hacerlo -podía sentir que tenía tantas ganas de tocarme como yo las tenía de que él lo hiciera-.

-Tócame Julian -solté una de mis manos y terminé de desabotonar mi camiseta y dejar mis senos al descubierto, la imagen debió encantarle, comenzó a besar mi cuello, me agarró el trasero, le quité la camisa y el cinturón-.

-Estas deliciosa -fue un susurro. Quitó lo que había sobre la mesa de centro de la sala y me recostó sobre ella- la comida va sobre la mesa -diciendo lo último me quitó los bóxer, abrió mis pierna y me acaricio por completo, no pude evitar gemir, eso debió encantarle porque inmediatamente hundió su rostro entre mis piernas, podía sentir su lengua recorrer cada centímetro de mi, a veces suave y a veces con desenfreno, me inundé en gemidos incontrolables- esto merece una algo más grande -dijo mientras me cargaba y llevaba al comedor, me sentó sobre la mesa dejando justo su pelvis en medio de mis piernas, estaba tan excitada que no quería que se detuviera un segundo más, baje su cierre y luego sus pantalones dejando así todo al descubierto. Estaba besándolo cuando lo sentí dentro de mi. Tuve que arquear mi espalda de el placer que aquello me provocaba, sentirlo dentro de mi, de esa manera era lo más placentero de toda mi jodida vida, arañaba su espalda, nos besábamos, tocaba mis senos, jalaba su cabello y en algún momento ahogue su nombre entre mis gemidos. El ritmo y fuerza con la que todo fluía era perfecto. Cuando terminó, nos acostamos en la alfombra de sala y nos cubrimos con un manta, no hablamos en mucho tiempo, nos abrazábamos. Yo estaba boca abajo y el acariciaba mi espalda con sus dedos.

-Emmi, esto que acaba de pasar, a sido algo perfecto -lo dijo con un tono de descubrimiento, como si él mismo no pudiera creerlo-.

-¿Qué cosa fue perfecta? -le pregunté curiosa, supongo que mi ego de niña traviesa quería escucharlo de sus labios-.

-Estar ente tus piernas, eso fue perfecto.

Entre Tus PiernasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora