IV. LA GOLETA «EBBA»

24 0 0
                                    

Hasta el segundo día, y sin gran apresuramiento,


no se comenzaron en la Ebba los preparativos de


marcha. Desde la extremidad del muelle de


New-Berne púdose ver que, después de hacer la


limpieza del puente, la tripulación sacaba las velas


de sus cubiertas, bajo la dirección del contramaestre


Effrondat, largaba los rizos, aparejaba las drizas,


izaba los botes, todo lo cual indicaba una partida


inmediata.


A las ocho de la mañana, el Conde de Artigas no


había aún aparecido. Su compañero, el ingeniero


Serko-así se le llamaba a bordo-, no había tampoco abandonado su camarote. Respecto al capitán Spa-


da, ocupábase en dar diversas órdenes a los marine-


ros para la próxima partida.


La Ebba era un yate hecho indudablemente para


la carrera, aunque jamás hubiera figurado en los


matchs de la América del Norte, ni en los del Reino


Unido. Su obra muerta elevada, su velamen, la lon-


gitud de las vergas, su cala, que le aseguraba una


gran estabilidad; su forma, larga en la proa, fina en


la popa; sus líneas de agua, admirablemente dibuja-


das; todo denotaba un navío muy rápido, muy ma-


rino, y capaz para mantenerse en el tiempo peor.


En efecto, con fuerte brisa, la goleta Ebba podía


fácilmente andar doce millas por hora.


Verdad es que los barcos veleros están siempre


sometidos a las variaciones atmosféricas, y en tiem-


po de calma tienen que someterse a la estabilidad.


Así es que, por más que posean cualidades náuticas


superiores a los de los steam-yates, no tienen jamás la


garantía de marcha que da el vapor a estos últimos.


Parece, pues, que la superioridad pertenece al na-


vío que reúne las ventajas de la vela y de la hélice.


Pero sin duda no era esta la opinión del Conde de


Artigas, puesto que se contentaba con una goleta para sus excursiones marítimas, hasta cuando fran-


queaba los límites del Atlántico.


Aquella mañana la brisa ligera soplaba del Oeste.


La Ebba sería, pues, favorecida, primero para salir


del Neuze, y después para tocar, al través del Pam-


plico-Sound, en uno de esos golfos pequeños, espe-


cie de estrechos, que establecen la comunicación


entre el lago y la alta mar.


Dos horas después la Ebba se balanceaba aún

Ante La BanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora