XVII. 1 vs 5

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Durante una hora he vagado bajo los obscuros


arcos de Back-Cup hasta el límite de la caverna. Este


es el sitio en el que tantas veces he buscado un agu-


jero por el que deslizarme, sin ser visto, hasta el lito-


ral del islote. Mis pesquisas han sido inútiles. Al


presente, en el estado en que me encuentro, víctima


de indefinibles alucinaciones, antójaseme que estas


paredes se espesan más, que los muros de mi pri-


sión se estrechan lentamente y van a aplastarme.


¿Cuánto tiempo ha durado esta turbación de mi


cerebro? No podría decirlo.
Ahora me encuentro en la parte de Bee-Hive,


frente a mi celda, donde no puedo esperar ni des-


canso ni sueño. ¡Dormir cuando se es víctima de


esta excitación cerebral! ¡Dormir cuando toco al


término de una situación que amenazaba prolongar-


se durante largos años!Pero ¿cuál será el desenlace


en lo que a mí se refiere? ¿Qué debo esperar del


ataque preparado contra Back-Cup? Los proyectiles


de Tomás Roch están prestos para ser lanzados en


el momento en que los barcos penetren la zona pe-


ligrosa, y sin necesidad de ser tocados se hundirán


en el abismo.


Sea de esto lo que sea, estoy condenado a pasar


en el fondo de mi celda las últimas horas de la no-


che. Es llegado el momento de volver a ella. Cuando


amanezca, yo veré lo que conviene hacer. ¿Acaso sé


si esta noche el Fulgurador Roch no disparará con-


tra los barcos antes de que éstos puedan intentar


nada contra el islote?


En este instante lanzo una última mirada a los al-


rededores de Bee-Hive. En el lado opuesto brilla


una luz, una sola, la del laboratorio, que se refleja en


las aguas del lago.


Las orillas están desiertas. En el muelle no hay


nadie. Pienso que a esta hora Bee-Hive debe de es tar abandonado, y que los piratas han ido a ocupar


su sitio de combate.


Entonces, arrastrado por irresistible instinto, en


lugar de entrar en mi celda, me deslizo por la pared,


escuchando, espiando, presto a esconderme si oigo


ruido de pasos o de voces. Llego ante el orificio del


tunel.


¡Dios poderoso! Nadie guarda este sitio. El paso


está libre.


Sin tomarme tiempo para reflexionar, me lanzo


por el obscuro agujero. Sigo por él tactando la pa-

Ante La BanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora