«Heme aquí al aire libre, que respiro a plenos
pulmones. Al fin me han sacado de aquella caja asfi-
xiante y me han subido al puente del navío. En pri-
mer lugar, recorriendo el horizonte con la mirada,
no he visto tierra alguna. Nada más que la línea cir-
cular que limita el mar y el cielo.
¡No! No hay ni señales de continente al Oeste,
por la parte en que el litoral de la América del Norte
se desarrolla en una extensión de millares de millas.
En este momento el sol está en su declive, y no
envía más que rayos oblicuos a la superficie del Océano. Deben de ser las seis de la tarde...
Consulto mi reloj. Sí... Las seis y trece minutos.
He aquí lo que ha pasado durante la noche del 17
de Junio:
Como he dicho, yo esperaba a que se abriese la
puerta del departamento, decidido a no sucumbir al
sueño. No dudaba que fuese de día, y este avanzaba
y nadie venía.
De mis provisiones no quedaba resto, y comen-
zaba a sentir el sufrimiento del hambre; sed no tenía
ninguna, porque aún me restaba un poco de cerve-
za.
Desde que desperté, algunos estremecimientos
del casco me habían hecho pensar que el barco se
había vuelto a poner en marcha, después de haberse
detenido desde la víspera probablemente en algnna
ensenada desierta de la costa, puesto que yo no ha-
bía sentido las sacudidas que acompañan a la opera-
ción de anclar.
A las seis oí ruido de pasos tras la pared metálica
de mi encierro. ¿Iban a entrar?
Sí... Rechinó la cerradura y abrióse la puerta. La
luz de un farol disipó las tinieblas, en las que desde
mi llegada a bordo estaba sumido.
Aparecieron dos hombres cuyos rostros no pude
ver. Cogiéronme en sus brazos y envolvieron mi
cabeza en un espeso trozo de tela, de tal suerte que
érame imposible distinguir nada.
¿Qué significaba esta precaución? ¿Qué iban a
hacer conmigo? Quise resistirme...
Se me sujetó fuertemente. Pregunté... No obtuve
respuesta.
Estos hombres cambiaron algunas palabras en
idioma para mí desconocido, y cuya proveniencia
no pude reconocer.
Decididamente, se usan pocas consideraciones
conmigo. Cierto que, ¿para qué molestarse con un