Tal vez, si las circunstancias lo exigen, me veré
en el caso de decir al Conde de Artigas que yo soy el
ingeniero Simón Hart. ¡Quién sabe si de esta mane-
ra obtendré más atenciones que permaneciendo el
guardián Gaydón! Pero esta determinación merece
ser reflexionada, pues siempre tengo la idea de que
si el propietario de la Ebba ha hecho raptar a Tomás
Roch, ha sido con el objeto de apropiarse de su
descubrimiento y quedar dueño absoluto del Fulgu-
rador Roch, por el que ni el antiguo ni el nuevo
continente han querido pagar el precio excesivo que
su inventor pedía. Pues bien; en el caso en que To más Roch llegase a descubrir su secreto, ¿no será
mejor que yo haya continuado a su lado, que se me
haya conservado en mis funciones y que sea el en-
cargado de prestarle los cuidados que su situación
reclama? Sí. Debo reservarme esta posibilidad de
verlo y oírlo todo; acaso ¡quién sabe! de compren-
der, al fin, lo que en Healthful-House me ha sido
imposible.
Al presente, ¿dónde va la goleta Ebba? Primera
pregunta.
¿Quién es el Conde de Artigas? Segunda pre-
gunta.
La primera quedará resuelta dentro de algunos
días, dada la rapidez con que camina este misterioso
yate de recreo bajo la acción de un propulsor cuyo
funcionamiento acabaré por descubrir.
Respecto a la segunda pregunta, es más difícil
que yo pueda ponerla en claro.
En mi opinión, este enigmático personaje debe
de tener un gran interés en ocultar su origen, y temo
no hallar indicio por el que pueda determinar su na-
cionalidad. Si este Conde de Artigas habla correc-
tamente el inglés-cosa de la que pude asegurarme en
su visita al pabellón 17-, lo hace con un acento rudo
y vibrante, que no se encuentra en los pueblos del Norte. El suyo no me recuerda ninguno de los que
he oído en el curso de mis viajes al través de ambos
mundos, sino es el de la dureza característica de los
idiomas de la Malaya. Y, realmente, con su tez obs-
cura, casi verde, tirando a cobriza; su cabellera
fuerte, de un negro de ébano; su mirada, que sale de
una órbita profunda, y que la inmóvil pupila arroja
como un dardo; su elevada estatura; sus músculos