XIII. ¡Ve con Dios!

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Del 29 de Agosto al 10 de Septiembre.- Han transcu-


rrido trece días y la Ebba no ha vuelto aún. ¿No ha


ido, pues, directamente a la costa americana, ¿Habrá


pirateado a lo largo de Back-Cup? Paréceme, sin


embargo, que Ker Karraje no debía preocuparse


más que de traer los aparatos. Verdad que la fábrica


de la Virginia puede no haber terminado la fabrica-


ción de los mismos.


El ingeniero Serko no parece demostrar ninguna


impaciencia. Me hace siempre la acogida que se sa-


be, con su aire bonachón, del que no me fío. Afecta


informarse del estado de mi salud, me recomienda la más completa resignación, me llama Alí-Baba, me


asegura que en la superficie de la tierra no existe lu-


gar más encantador que esta caverna de las Mil y una


noches, que yo como, me visto, estoy alojado y tengo


fuego, sin pagar un céntimo, y que ni los habitantes


de Mónaco gozan una existencia, más libre de todo


cuidado.


A veces, ante su charla irónica, siento que el ru-


bor me sube al rostro. Acométeme la tentación de


arrojarme al cuello de este burlón y estrangularle...


Después me matarán... Y ¿qué importa? ¿No vale


más acabar así, que estar condenado a vivir años y


años en este infame Back-Cup? Al cabo, la razón


recobra su imperio, y acabo por encogerme de


hombros.


A Tomás Roch apenas si le he visto durante los


primeros días que han seguido a la partida de la


Ebba. Encerrado en su laboratorio, se ocupa sin ce-


sar de sus múltiples manipulaciones. Suponiendo


que utilice todas las sustancias puestas a su disposi-


ción, habrá con qué hacer saltar a Back-Cup y a las


Bermudas.


No abandono la esperanza de que no consentirá


nunca entregar la composición del deflagrador, y


que los esfuerzos del ingeniero Serko no consegui rán arrancarle este último secreto... ¿Se desvanecerá


esta esperanza?


13 de Septiembre.- Hoy, con mis propios ojos, he


podido hacer constar el poder del explosivo y ob-


servar al mismo tiempo de que manera se emplea el


deflagrador.


Desde la mañana los hombres han dado princi-


pio al trabajo de agujerear la pared en el sitio esco-


gido antes para establecer la comunicación con la

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