Capítulo 27; Quiebre de andamio.

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¿Qué es precisamente, lo que estás intentando hacer? ¿Vender aún más a través de mi rostro, toda la mierda que tienes apilada en bodega? — Un joven de altura considerable, cabellos castaños cayendo perfectamente por su frente y asesorados por una joven baja y de cuerpo tupido, se encontraba sentado hundiendo sus dedos con fuerza contra una revista, sus nudillos casi en blanco, lograron alarmar al atacado.

  — Se llama, publicidad. Nada del otro mundo, Jongin. No tienes que volverte loco, por algo tan vago. —  Un sólo golpe sordo resonó en la habitación, el nombrado tomó cada palabra y prácticamente se las hundió por dónde habían venido, quizás desde los pies, porque si se atrevía a decirle tal blasfemia con tanta calma, no podía provenir de eso llamado cerebro.  

  — ¿Es que estás loco? ¡Jamás acepté esto! ¡Jamás acepté que te metieras en mi vida privada! Mierda, ya ensuciaste bien tus manos en mi, como mínimo, podrías considerar, no embarrarte los codos. — Dicho esto y ya habiéndose parado como demonio encadenado, salió del lugar. Los gritos poco lograron detener su andar tan apresurado, era como si todo a su alrededor fuera siendo un simple difuminado de sus pensamientos, que ahora avanzaban con tal rapidez que lo hacían temblar.

Los mismos pensamientos de siempre lograban atacarlo, el mismo chico de cabellos oscuros volvía a golpearlo de lleno en la cara, burlándose, llorando, escupiendo y pisoteando su memoria. ¿Cuándo se cansaría de vivir en ella? Es que ya no estaba pagando el arriendo, como para que se siguiera hospedando, y él, no tenía la suficiente fuerza, como para sacarlo de ahí.

  — Kim Jongin.—  Sonó a sus espaldas, y pronto, contra su nuca. Habían dos opciones; La primera, es que se había caído a algún barranco en su carrera y ahora escuchaba al mismísimo satán, o su manager había llegado en los momentos menos efectivos, como siempre. 

— ¿Qué? —  Torpemente detuvo todo el correteo y se giró en el mismo lugar. Lee se encontraba parado y con los brazos cruzados, podría jurar que las venas bajo la camisa, estaban saludándolo.— 

— ¿Cómo que, qué, niño? Se supone que deberías estar frente a las cámaras, mostrando tu linda cara y vendiendo millones a niñas que no se creen aún, que jamás podrán tocarse un sólo pelo. Pero te encuentro como una cría de menos edad que las mencionadas, saliendo del lugar y con la falda alzada. ¿De verdad te vas a atrever a preguntarme, qué? —  El sarcasmo. Siempre había odiado eso en él y es que además de ser el manager, había sido uno de sus más grandes amigos, en épocas que ya no recordaba.

— ¿¡Es que no viste!? ¿Desde cuando salgo con una chica? Porque desde que tengo memoria, con la única persona que salí fue con Kyung...—  No alcanzó a terminar la frase, cuando ya tenía al contrario tirando de su brazo, con tal fuerza que lo hizo tambalear en el acto.

— Sí, sé con quién saliste antes, también sé porqué aceptaste vender tu imagen. Quieres encontrarlo ¿No? ¿Quieres que te recuerde aún? ¿Que te vea bien? Pues mueve tu culo y sé la sumisa de un principio, por favor.— 

Ni una sola palabra salió de sus labios. Absolutamente ninguna, porque en esos momentos estaba ideando cosas en su cabeza, como por ejemplo, lo que haría luego de aquel infierno, dónde estaba atado de manos y piernas, todo por un pequeño rostro y con labios en corazón.

¿Cuánto tiempo habría pasado, desde la última vez que se habían visto? Demasiada. Sabía, que ya no vivía en la misma ciudad que él, sabía, que había entrado a estudiar, pero no dónde. Estaba consciente de que su vida la había rearmado lejos y que él, seguía siendo un pesado trozo de recuerdos, estancado en el mismo lugar. ''Quédate aquí'', ''Soportemos un poco más'', ''No te dejaré ir'', ''Todo estará bien'' todo eso, eran palabras que pudo haber dicho aquel día de rompimiento. Esas y muchas más, que ahora no eran más que residuos en su garganta, que jamás lograría decir, porque a pesar de que lo quisiera de vuelta, no lo tendría; Muchas veces se quería, pero no se obtenía.

La vida era subjetiva ¿No? Cada uno tomaba el camino que quería, pero todos quisieran uno diferente, al que están andando. El por ejemplo, había tomado los zapatos relucientes para pararse frente a revistas, con la inmadura esperanza que podría ser visto por su delirio en las noches y madrugadas (Porque aún cuando su cuerpo no estaba para fundirse con el suyo, le seguía robando las horas) cuando realmente anhelaba, estar a su lado, acostado en una cama, o al otro lado de la pared, escribiendo entre bocetos, palabras sin sentido. Tantas cosas, tan pocas acciones. Muchos deseos, ningún cumplimiento. 

  — No sé cómo solucionarlo...—  Fue el susurro que se escapó de sus labios cuando cayó de lleno en el mismo piso de siempre, en el mismo dónde había nacido mil y un veces, pero ahora se moría mil y un dos veces más. ¿Estaba realmente vivo? Quizás aquel ardor contra sus mejillas y sus hombros, le decían la respuesta. Muchos cuerpos andaban, pocos, existían.

— Siempre es lo mismo ¿No? —  Otro suspiro ahogado se fue de él, aproximando las lagrimas se colaban en el suelo, junto a esa pequeña y delgada luz que entraba desde la persiana sin abrir. Pronto el nombre no sólo resonaba en la habitación, sino, que también contra sus oídos. ''Kyungsoo, kyungsoo, kyungsoo'' era todo lo que podía decir, de vez en cuándo y sólo de vez en cuando, lo tomaba de la mano con un ''¿Estás ahí?'', ''¿Logras oírme?'' Estaba más que claro, que sólo aquellas paredes que una vez los protegieron, eran las únicas que lo escuchaban, la soledad lo consumía, y las cartas dónde una vez habían soportado el frío, se hundían en todas ellas. 

Pero de algo estaba completamente seguro, no era el amor que lo hacía sufrir, era el desamor, era el delirio, era ese pesar de palabras sin decir.

Era Do KyungSoo. 

Save me •Kaisoo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora