— Necesito de tu ayuda. — Murmuró la joven chica al otro lado del teléfono.—
— Depende de qué sea. — Respondió al sentarse sobre la cama hundida bajo unos cuántos cuadernos y lápices, la compañía de su día a día.—
— Que me cubras en mi trabajo por un par de días. Sólo unos cuántos, necesito viajar para arreglar unos asuntos con mis padres ¿Recuerdas que te conté que se estaban mudando? Requiero ir, ya que la casa estaba a mi nombre, necesitan un par de firmas mías para terminar de vender el lugar.— La rapidez con la que hablaba fue suficiente para que el chico de baja estatura al otro lado frunciera el ceño, que luego acarició cuándo preguntó.
— ¿En Seúl? — El temblor contra su pecho lo hizo estremecerse por unos cuántos segundos dónde los recuerdos lo atacaron.—
— Sí. Te pagaré todo, sólo necesito que cuides de un chico, no será más allá que le hagas la comida y le cuides de unas heridas, lo normal, un poco de desinfectante y vendas. — El ambiente tenso había sido tan extenso como el silencio de si aceptar, o dar la negación casi rotunda a la petición.—
— Está bien. — Dijo con el pesar en sus hombros, aquella muchacha lo había ayudado a conseguir un departamento luego de que le diera cierre a una de las etapas en su vida, no podía darle la negación completa. No a sabiendas de todo lo que le debía.
— ¡Excelente! ¡Excelente! Te mandaré todos los detalles por correo, ahora debo colgar. Gracias por todo, Kyungsoo. — El típico pitido sonó contra una de sus orejas. Había terminado la llamada. No había nada más que hacer o qué decir al respecto (aunque quisiera) así que olvidándose del tema, siguió en lo suyo.
Después de todo ¿Qué tan difícil sería cuidar de unas cuántas heridas? O eso creyó, hasta que su celular volvió a sonar, esta vez no por una llamada, sino, por la llegada de un mensaje, seguramente con la dirección del lugar.
Mensaje de texto:
𝙺𝚢𝚞𝚗𝚐𝙺𝚢𝚞𝚗𝚐, 𝚕𝚊 𝚍𝚒𝚛𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚎𝚜 𝚃𝚘𝚗𝚐𝚒𝚗 𝙳𝚘𝚗𝚐, 𝚎𝚜 𝚎𝚕 𝚎𝚍𝚒𝚏𝚒𝚌𝚒𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚜𝚎 𝚎𝚗𝚌𝚞𝚎𝚗𝚝𝚛𝚊 𝚊 𝚞𝚗 𝚕𝚊𝚍𝚘 𝚍𝚎 𝙷𝚢𝚘𝚓𝚊 𝙱𝚊𝚔𝚎𝚛𝚢. 𝚃𝚎 𝚗𝚎𝚌𝚎𝚜𝚒𝚝𝚘 𝚎𝚜𝚝𝚎 𝚟𝚒𝚎𝚛𝚗𝚎𝚜 𝚊𝚕𝚕𝚊́, 𝚙𝚘𝚛 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛, 𝚟𝚎 𝚕𝚘 𝚖𝚊́𝚜 𝚝𝚎𝚖𝚙𝚛𝚊𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚊𝚜, 𝚢𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚛 𝚜𝚘𝚕𝚘 𝚍𝚎𝚖𝚊𝚜𝚒𝚊𝚍𝚘 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘, 𝚎𝚜 𝚜𝚘́𝚕𝚘 𝚌𝚞𝚒𝚍𝚊𝚛 𝚞𝚗𝚊𝚜 𝚑𝚎𝚛𝚒𝚍𝚊𝚜, 𝚕𝚊𝚜 𝚒𝚗𝚍𝚒𝚌𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚝𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚓𝚊𝚛𝚎́ 𝚌𝚘𝚗 𝚎́𝚕. ¡𝚂𝚎 𝚋𝚞𝚎𝚗𝚊 𝚙𝚎𝚛𝚜𝚘𝚗𝚊! 𝙳𝚎 𝚎𝚜𝚊 𝚙𝚎𝚛𝚜𝚘𝚗𝚊 𝚌𝚞𝚎𝚕𝚐𝚊 𝚖𝚒 𝚜𝚞𝚎𝚕𝚍𝚘 𝚎𝚜𝚝𝚎 𝚖𝚎𝚜. ¡𝚃𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚘 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘!
Frunció sus labios, e intentó no pensar en cómo demonios iba a tomar línea para ese extraño lugar (Solamente para él, no era un sector poco concurrido) así que sin hacerse demasiado problema, decidió apagar la pantalla de su celular para seguir en lo suyo. Seguía consolándose respecto a trabajar en su fin de semana.
-
Sus grandes ojos se paseaban tranquilamente de extremo a extremo por sobre una de las tantas hojas que sostenía en sus manos, estaba leyendo en el trayecto a Seúl, dónde comenzaría el inicio de lo que le esperaba a futuro, o eso llegó a pensar.
— El secreto del eterno retorno consiste en que no expresa de ninguna manera un orden que se oponga al caos y que lo someta. Por el contrario, no es otra cosa que el caos, la potencia de afirmar el caos. — Leyó en voz baja, aquella cita de Gilles Deleuze ¿Alguna vez se le había venido a la cabeza si tales cosas realmente existían? Por momentos no sabía qué realmente pensar, si eran un conjunto de letras que se juntaban bien, si eran sólo rimas, o simplemente eran teorías extraídas de gente que analizaba a las personas, sí, como lo hacían todos los psicólogos.
Aunque al final todo quedaba en cero, porque era filosofía.
Aferró el libro contra su pecho y bajó en la parada correspondiente, mientras avanzaba a paso inseguro, por las calles del correo que le había mandado una de sus mejores amigas, su reloj marcaba las 10:11, lo que no era considerado ni tarde, ni temprano, por lo que no se apresuró demasiado en llegar, cuándo notó el edificio.
Hyoja Bakery, decía en letras blancas, en uno de los edificios que mantenía unos tonos blancos y verdosos, sobre las ventanas, la verdad, no sabía cómo llamar esas cosas semi redondas que tapaban de la lluvia, y que en caso extremos, los autos lo llevaban, pero más pequeños y así. En fin, simplemente se dedicó a arrastras sus pies hasta el edificio continuo.
¡Ni siquiera le había dicho cómo se llamaba esa persona! ¿Cómo se iba a ganar la confianza de un ''paciente'' si todo lo que sabía era que estaba herido, y ¡Ni siquiera sabía el porqué! Oh, Kyungsoo, vas mal, jodidamente mal.
Entró en pánico.
Estaba muerto.
Pero jamás pensó estar más muerto, que para el momento en que tocó la puerta y una voz resonó contra su oído con el nombre de la persona, que menos esperaba escuchar.
— ¿Aló? ¿KyungSoo? ¿Me estás escuchando? Se llama Kim Jongin, y por favor, sé cuidadoso con él, no me gustaría perder el empleo. ¡Cuídate! — Y aquel pitido que siempre le daba tras hablar con esa chica, volvió a dar contra su oreja, pero esta vez no se movió, simplemente se quedó ahí, viendo como la manilla de la puerta comenzaba a girar, pero nada giraba más lento que su mundo y más rápido que su cabeza, con ese puñado de arena y recuerdos que se lanzaron sobre sus ojos, lo suficientemente fuerte como para que las lágrimas empezaran a rozar contra sus pestañas.
Pronto se deslizaron por sus mejillas y luego, terminaron por enredarse en sus gruesos labios, que no, no pudieron despegarse, cuándo logró identificar una voz maldiciendo al otro lado.
Aún tenía tiempo para huir, cuándo aquellas palabras llegaron en una exclamación ''¡Mierda, las llaves!'' pero no se movió, no fue a ningún lado, simplemente se quedó con el celular apagado contra su mejilla, ¿Sería un sueño? ¿Realmente se había dormido en el trayecto? ¿O es que seguía hundido entre sus sábanas?
Porque esa persona, después de meses, sólo pintaba de esa manera en sus sueños, o en sus peores pesadillas.
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Save me •Kaisoo•
RomanceDos destinos son juntados en uno solo, él lo amará y él se salvará, pero ¿Sus demonios se irán? El infierno que dibujó, ahora, no lo puede borrar y está fotografiado en sus pupilas.