Ojos verdes

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Con una taza de café y dos galletas de chocolate en forma de pez, me senté a recordarles.

Cerré mis ojos, recordando aquellos ojos verdes que un día me volvieron demente, sonreí al verles, pues admirarlos era suerte.

A pesar de que era tarde y tenía que ir a dormir, no me podía resistir a pensar en esos ojos verdes que me hacían tan feliz.

Su maravilloso color, todo su esplendor, un constante cosquilleo se abrió pasó en mi interior.

Aquellos ojos verdes, aquella sensación, aquella explosión, verlos era fuego y yo era carbón.

Cautivaban a cualquiera con su increíble belleza, bastaba una mirada y de ellos ya eras presa.

Con su tez blanca, su chaqueta morada, su cabello alocado y sus labios delgados, su tamaño hacía juego con sus largos dedos, lo que más daba miedo era conocerle ya que sabía que me había atrapado con sus lindos ojos verdes.

Conformada con observarlos de lejos, admirando sus reflejos y aunque eran del todo ajenos se habían convertido en mi mayor deseo.

Cartas infinitas sobre esos ojos verdes, dibujos incontables sobre aquellos ojos verdes, fotografías memorables de ese maravilloso color, lo poco que tenía no era nada comparado con verlos.

Aún recuerdo esa tarde tan fría y sin vida en la fui por un café a esa cafetería, no sabía que en ese momento literalmente moriría, cuando vi esos ojos verdes me llenaron de vida, sonreí divertida, el calor en mis mejillas solamente crecía, parecía una chiquilla, pero esos ojos verdes me dejaron sin salida.

El tiempo se detuvo y todo perdió su rumbo, no había ruido alguno, solo el de mi corazón que latía como loco.

Con poco café en mi taza y las galletas terminadas, abrí mis ojos y me encontré despistada.

La madrugada me calmaba, no me sentía cansada, solo tenía una razón para seguir desvelada, pensar en esa maravillosa viveza que tenían esos maravillosos ojos verdes que removían mi presente.

Nunca sabré cuando volveré a ver esos increíbles ojos verdes, tres veces en esa cafetería ya era mucha suerte, se apoderaron de mí y me hicieron delincuente.

La única verdad era que estaba demente, totalmente alegre de poder admirar esos lindos ojos verdes.

Lo que escribo cuando estoy rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora