Capítulo 20.

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Ginger Bennet

Faltaba una hora para que Harry pasara a por mí así que, me metí a la ducha para empezar a arreglarme. Las chicas habían estado todo el día dándome la brasa por un grupo de WhatsApp que habíamos creado, diciéndome que tenía que ponerme la falda que había adquirido el día anterior.

"¡Exigimos ver cómo vas!" —escribió Perrie.

"Eso, eso. Necesitamos una foto" —dijo Amy y, en seguida, las demás mandaron más frases apoyando su idea.

"Dejadme en paz, pesadas. Cuando esté lista os lo enseño, pero parad."

Dejé el móvil sobre la cama mientras me vestía. Me puse la falda morada y la acompañé con una blusa sin mangas, blanca con unas pequeñas tachuelas en el cuello. Elegí unas sandalias a juego y me preparé el bolso. Una vez estuve lista, con el pelo arreglado y un poco de maquillaje sobre mi piel, cogí el móvil para hacerme una foto frente al espejo del armario de mi habitación sacando la lengua. La mandé inmediatamente por el grupo junto a una frase que decía "Ya tenéis lo que queríais, ahora dejadme pasar una tarde tranquila" seguida de un guiño. Justo cuando estaba guardando el teléfono, sonó el timbre. Me miré una última vez en el espejo mientras el timbre volvía a sonar.

— ¡Ya voy! —grité mientras bajaba corriendo las escaleras. Abrí la puerta para encontrarme con Harry mirando distraído una de las plantas que mi madre tenía sobre la repisa de la ventana—. Hola —volvió la mirada hacía mí y sonrió antes de dejar un beso sobre mi mejilla.

—Hola. ¿Nos vamos? —asentí con la cabeza y, después de cerrar la puerta de mi casa con llave, subimos en su coche.

Fuimos charlando, tarareando canciones que salían por la radio hasta que llegamos a nuestro destino. Una cafetería de las afueras de Londres. Salimos del coche y entramos en el local, nos sentamos en una de las mesas que había libres y pedimos un par de cafés.

— ¿Y bien? —pregunté queriendo saber qué era eso que me quería pedir. Me miró con el ceño fruncido— Decías que querías pedirme algo. ¿De qué se trata?

—Iba a decírtelo al final de la tarde.

—Soy una chica curiosa. Cuéntamelo.

—No vas a parar hasta que te lo cuente, ¿verdad? —sonreí haciéndole entender que estaba en lo cierto. Suspiró mirando al techo, dio un sorbo de café y me miró antes de empezar a hablar— Verás, en un par de semanas se casa mi madre y bueno, todo el mundo seguramente irá con pareja menos yo, así que había pensado —se rascó la nuca perdiendo la vista en su café— que quizás te gustaría acompañarme —sus ojos verdes se toparon con los míos. Iba a responder a su propuesta, pero no fue posible porque a continuación se embaló y empezó a hablar rápidamente—. Pero si no quieres no importa, no pasa nada. Lo entendería porque claro, tendrías que venir a pasar el fin de semana allí y a lo mejor tus padres no te dejan porque solo tienes diecisiete años. Por no hablar de que tendrías que comprarte algo de ropa, pero eso no sería problema. Eso correría de mi cuenta. Te llevaría a por un vestido o, bueno, una falda o si lo prefieres pantalones. No es necesario llevar un vestido y —estaba graciosísimo, pero decidí cortarle.

—Harry —le llamé, pero él seguía murmurando cosas—. ¡Harry! —se calló de golpe y solté una risita por la forma en la que me miraba— Que sí. Me encantaría ir contigo.

— ¿Estás segura?

—Claro que sí pero con una condición.

— ¿Cuál?

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