Capítulo 47.

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Amanda Turner

No tenía nada qué hacer aquella mañana de domingo salvo esperar pacientemente a que llegara la hora del partido para ir a mi encuentro con Louis. Mi hermano había salido no sé a dónde, últimamente salía más de lo normal y estaba raro. Sabía que no salía con Josh porque yo misma se lo había preguntado y mi intuición femenina empezaba a sugerirme que mi queridísimo hermano estaba viéndose con mi rubia amiga perteneciente a la girlband inglesa del momento. Estaba decidiendo qué hacer con mi vida las horas que quedaban hasta la comida cuando recibí un WhatsApp de mi querido ricitos.

"¿Qué tal si comemos juntos y así me despido de mi mejor amiga?"

"Espera que lo consulte en mi agenda, Harold." —contesté e inmediatamente, bajé a buscar a mi madre y tras unos segundos de súplica, conseguí permiso para salir a comer. Subí de nuevo a mi habitación y cogí el móvil— "¿Dónde vas a llevarme?"

"Al McDonald's" —respondió y solté una carcajada mientras sacaba unos shorts vaqueros del armario.

"No seas cutre, Harold."

"Era broma, mujer. Tú vístete que paso a por ti en media hora."

"Estoy en ello" —envié y tiré el móvil sobre la cama para vestirme.

Me puse los shorts y los acompañé con una camiseta de manga corta azul con unas letras blancas. Me calcé mis preciadas converse y cogí mi pequeña mochila. Metí el monedero, la funda de las gafas de sol, el móvil, el gorro que le había quitado la noche anterior a Louis y por último, guardé la camiseta del Manchester ya que no me iba a dar tiempo a volver a casa antes de irme a ver el partido con Louis. Me maquillé ligeramente y, como hacía calor, decidí recogerme el pelo en una coleta alta dejando algunos mechones sueltos junto con el flequillo hacia un lado. Bajé con la mochila a la espalda y las gafas de sol en la mano.

— ¿Dónde vas? —preguntó mi padre. ¿Cuándo había llegado?

—A comer con un amigo —dije sin dar más explicaciones.

— ¿Qué amigo? —ya empezaba con sus preguntitas— ¿Es tu novio?

—No le conoces —resoplé—. Y no. No es mi novio. Yo de eso no tengo —sonreí levemente y pensé en Nick y Louis, esa había sido una mentira bien gorda.

—Yo le conozco. No te preocupes, es un buen chico —salió mi madre de la cocina, diciendo aquellas palabras para ayudarme.

—Y acaba de llegar —anuncié después de que el timbre sonara—. Hasta luego —me despedí de ambos y fui hasta la puerta—. ¡Harold!

—Hola pequeñaja —me saludó. Nos dimos un pequeño abrazo y subimos a su coche.

Condujo hasta el centro de la ciudad y aparcamos en el primer sitio que vio disponible. Caminamos charlando hasta pararnos frente a un restaurante italiano. ¿Es que siempre que alguno de ellos me llevaba a comer tenía que ser a un italiano? Negué con la cabeza y me eché a reír. Inmediatamente, mi amigo empezó a mirarme raro.

— ¿Qué te pasa ahora? —preguntó sujetando la puerta del local.

—Nada, nada.

Pedimos una mesa para dos y un camarero nos guió hasta ella. Nos dejó la carta y pedimos lo que queríamos comer. No tardaron mucho en servirnos nuestros platos.

—Por cierto, Amy —empezó a hablar mientras ya esperábamos a que nos trajeran el postre.

—Dime Harold —rodó los ojos. No le gustaba que nadie le llamara así pero como mejor amiga oficial del ricitos podía darme el lujo de hacerlo.

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