Capítulo 46.

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Louis Tomlinson

Después de que Liam abandonara la fiesta seguido del irlandés y Lucy, los demás decidimos tomar la última copa antes de repartirnos por las habitaciones de invitados que había en casa de Harry. Una vez más, mi compañera de habitación fue mi mejor amiga. Me deshice del disfraz de Peter Pan y, tras robarle unos pantalones cortos de chándal a Harry, me tumbé en la cama. Ambos nos quedamos dormidos al instante aunque a mí, desgraciadamente, el sueño no me duró mucho. No paraba de dar vueltas en la cama en parte por el dolor de cabeza que tenía a causa del alcohol y la música a todo volumen de la que habíamos disfrutado horas atrás así que, opté por salir de la habitación y bajar a la cocina a por una pastilla que me permitiera conciliar el sueño. Bajé las escaleras y, al caminar hacia la cocina, vi un pequeño resplandor de luz que venía del jardín. Decidí asomarme al salón para mirar a través de la cristalera y me encontré con Amy sentada al borde de la piscina con los pies metidos en el agua. Sonreí y seguí mi camino hasta la cocina. Rebusqué en los cajones hasta que encontré las pastillas y, con dos vasos de agua, salí al jardín.

— ¿La resaca no te deja dormir? —hablé, provocando que diera un pequeño respingo. Reí.

—No sabes el dolor de cabeza que tengo —me senté a su lado.

—Ya deberías haber aprendido donde guarda Harry las pastillas —le tendí la caja y uno de los vasos de agua.

—Debería sí —afirmó sonriendo. Tragó una pastilla acompañada de un trago de agua y yo la imité—. Gracias.

—Ya me lo cobraré, no te preocupes —dije guiñándola un ojo.

— ¿Qué me lo vas a cobrar? Pues espera que te la devuelvo —acercó una de sus manos a la boca para hacer como que intentaba vomitar para traer de nuevo la pastilla y ambos nos echamos a reír.

—Tampoco iba a pedirte tanto —murmuré tras un pequeño silencio.

—Seguro que sí —me miró de reojo y sonreí—. ¿Qué querías? ¿Otra cita desastrosa como la del otro día? —preguntó divertida echándose hacia atrás para quedar tumbada sobre el césped aun con los pies dentro del agua.

—Que graciosilla eres —contesté salpicándola un poco de agua.

—Ni se te ocurra volver a hacer eso —advirtió.

— ¿El qué? —me hice el tonto— ¿Esto? —volví a mojarla un poco las piernas sabiendo que no podía quejarse en voz muy alta para no despertar al resto.

—Estate quieto —pidió medio riendo.

—Ya paro —levanté las manos en son de paz y la vi cerrar los ojos, momento que aproveché para coger un poco más de agua en una de mis manos y, tumbándome a su lado, empecé a echárselo poco a poco sobre la cara.

—Eres peor que un niño pequeño —protestó incorporándose un poco, algo que hizo que ambos nos quedáramos peligrosamente cerca.

Prácticamente nuestras narices se rozaban y mis ganas por besarla aumentaban cada segundo que pasábamos en esa situación. Cerré los ojos y suspiré. Había prometido ser solo su amigo hasta que terminara con su novio y eso era lo que iba a hacer aunque me supusiera hacer un esfuerzo sobre humano para no atrapar sus labios entre los míos y no dejarlos escapar jamás.

— ¿Cuándo vuelve Nick? —pregunté en un susurro apoyando mi frente contra la suya.

—En dos semanas —respondió de la misma forma—. Lo arreglaré en cuanto ponga un pie en Londres, te lo prometo —acariciaba mi mejilla lentamente.

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