Capítulo 44.

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Louis Tomlinson

Llevaba unos cinco minutos esperándola, apoyado en la pared de una tienda, intentando pasar desapercibido cuando recibí un WhatsApp suyo diciéndome que ella y Ron habían terminado de comprar y que, en breves, llegaría donde habíamos quedado. Efectivamente, unos minutos después, la vi aparecer por la acera de enfrente, me sonrió y saludó con la mano antes de llegar donde estaba. Se inclinó un poco para llegar a besar mi mejilla. No pude evitar girar levemente la cara para que nuestros labios se rozaran mínimamente, acción a la que ella respondió esbozando una pequeña sonrisa.

— ¿Qué tal se os ha dado?

—Bastante bien —señaló las bolsas que llevaba—. Ron tenía las ideas muy claras.

—Genial —me coloqué a su lado y empezamos a caminar hacia la entrada del cine—. ¿Qué peli quieres que veamos? —se colocó frente a la cartelera, pensando qué película elegir. Tras unos segundos, se giró para mirarme con una sonrisilla y cara de inocente.

— ¿Me odiarás mucho si te digo que me apetece ver Gru 2? —solté una pequeña risa negando con la cabeza.

—No tienes remedio, ¿eh? Rectifico mi teoría, no eres como una niña pequeña, eres peor.

—Pues tú no te quedas atrás, eh —la miré con el ceño fruncido—. Ya me ha contado Ron que siempre has sido un Peter Pan empedernido, que eso de madurar no va contigo.

—Eso es totalmente cierto —admití sonriendo—. Ahora que lo mencionas, ¿debo deducir que me toca ir de Peter Pan a la fiesta? —ella solo sonrió— Eso es un sí. ¿De qué irás tú? —pregunté mientras nos adentrábamos en el cine.

—No te lo puedo decir. Es un secreto —susurró—. Voy a por palomitas, tú compra las entradas.

—Toma —dije sacando la cartera para darla algunas libras para las palomitas. Me miró alzando una ceja.

—Yo llevo dinero —me sacó la lengua antes de dirigirse al mostrador del bar.

Fui a comprar un par de entradas para ver aquella película que, aunque no se lo hubiera dicho, no me disgustaba, es más, me había divertido viendo la primera parte con mis hermanas pequeñas y después, caminé hasta la puerta de entrada a la sala donde me estaba esperando con un cuenco de palomitas casi más grande que ella y dos bebidas aún apoyadas en el mostrador.

— ¿Necesitas ayuda? —pregunté divertido.

—No me vendría mal ahora que lo dices.

Cogí los dos vasos y entramos en la sala. Subimos unos cuantos peldaños hasta llegar a la fila donde teníamos nuestros asientos y nos sentamos. La película empezó y ella no hacía más que reírse mientras comía palomitas. Lo estaba pasando realmente bien.

— ¿Es que acaso hoy es el día de volver a usar viejos trucos o qué, Tommo? —preguntó susurrando justo cuando intentaba pasar mi brazo con disimulo sobre sus hombros. Se suponía que no debía darse cuenta, o al menos, hacerse un poco la loca si había notado mis intenciones.

— ¿De qué hablas?

—No te hagas el tonto —sonrió sin apartar la vista de la pantalla—. Antes intentabas robarme un beso con el truquito de girar la cara y ahora, el típico bostezo y el bracito.

—Eres única —reí por lo bajini antes de acercarme a depositar un beso en su mejilla.

—Cállate y déjame ver la película —murmuró. Entonces se acomodó junto a mí, dejando que pasara el brazo por sus hombros, colocando el cuenco de palomitas en mis piernas. Sonreí mirándola. Esta chiquilla había conseguido enamorarme en un tiempo récord.

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