Capítulo 1.

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Amanda Turner

Estaba quedándome casi dormida en la mesa. La clase de matemáticas estaba siendo especialmente aburrida y agotadora. Por suerte, el timbre sonó y, rápidamente, y me levanté de la silla para salir de allí lo antes posible. Era la última hora del día así que fui hasta mi taquilla para dejar los libros, coger la mochila y escapar de aquella cárcel. 

 Llegué a casa después de escuchar cuatro canciones que mi iPod había seleccionado aleatoriamente y, como todos los días, mis padres me esperaban para comer juntos. Después de una comida no muy animada, subí a mi habitación, me tumbé en la cama y para variar, mi mente voló hasta mi ciudad natal: Londres.   

Mi padre era el subdirector de una importante empresa londinense, le habían trasladado hasta aquí para ampliar el negocio y ya llevábamos casi dos años viviendo en la capital española. Echaba de menos todo lo que tenía allí, pero, sobre todo, a mi hermano. Él era cuatro años mayor que yo y, al contrario que a mí a pesar de mis constantes súplicas, le habían permitido quedarse en Reino Unido. 

Un golpe de nudillos en la puerta de mi habitación hizo que volviera a la realidad y me incorporara.

—Adelante —Mi madre se asomó por la puerta y entró a la habitación sonriendo.

—Tengo algo que contarte —anunció sentándose frente a mí en la cama.

—¿De qué se trata? —pregunté algo curiosa.

—No sé si te va a gustar.

—Habla, mamá.

—Verás, es que...—tanto misterio estaba empezando a ponerme de los nervios.

—Mamá, dilo ya de una vez, por favor.

—Vale, vale —se aclaró la garganta con un carraspeo, intentando darle más emoción al asunto—. Han llamado a tu padre, ha cumplido su "misión" —dijo haciendo las comillas con los dedos—así que —guardó silencio unos segundos— ¡podemos volver a Londres!

—¿Qué? —grité emocionada— ¿Hablas en serio? —ella asintió— ¡Esto es genial! ¡Volvemos a casa! —me abalancé sobre mi madre para abrazarla— ¿Cuándo dices que nos vamos?


Una semana después estaba ya con la maleta preparada. Eché un último vistazo a la habitación para asegurarme de que no me dejaba nada y salí de allí con una maleta en cada mano y una pequeña mochila colgada a mi espalda. Mi madre se encargó de cerrar con llave la puerta de la que había sido nuestra casa antes de meternos las dos en el coche que conducía mi padre y pusimos rumbo al aeropuerto.

Respiré hondo, sonriendo una vez estuvimos sentados en el avión.

—¿Ya tienes lo que querías? —preguntó mi padre. Asentí enérgicamente.

—No sabes las ganas que tengo de volver a casa.

—Lo primero que tenemos que hacer ahora es volver a matricularte en el instituto, no puedes perder el curso —comentó mi madre. Estábamos a mediados de abril así que, quedaba la recta final del curso.

—El lunes a primera hora estaremos allí, no te preocupes.

El vuelo pasó tranquilamente mientras yo escuchaba música y mis padres charlaban. En cuanto llegamos, fuimos a recoger nuestras maletas y nos subimos en un taxi para ir a casa. Abandoné el vehículo la primera, ¡tenía unas ganas gigantescas de volver a entrar en mi casa y pisar mi habitación!

—¡Dani! ¡He vuelto! —grité para llamar la atención de mi hermano en el momento en que mi padre abrió la puerta.

—¿Amy? —escuché su voz en el piso de arriba. Se asomó a las escaleras y bajó corriendo para abrazarme y, con ello, levantarme unos centímetros del suelo— ¿Qué hacéis aquí?

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