Caleb
Ni embotellando cada huracán que ha pasado por la tierra logro juntar la misma sensación que tiene mi estómago al estacionarme frente a casa de mi hermana. Con los ojos sensibles al sol, toco el timbre e inmediatamente Tris la puerta se abre de golpe, mi hermana tras ella: trae un vestido negro de manga larga y unos bonitos tacones altos del mismo color, luce de nuevo como una osada, aunque el color predomine en su armario siempre viste diferente ese color, unas veces se ve madura, otras algo infantil, a veces más atrevida, y luego está este feo color de luto, de dolor, de pérdida.
— Hey — su voz mantiene baja, evito el contacto visual, no quiero ver la lástima reflejada en sus ojos. Frunce el ceño y me retira los lentes de sol, bajo la mirada y carraspea.
— No quiero que me vean así — murmuro con voz ronca, mis ojos se adormecen ante el sol: hinchados, rojos y llorosos —. Fue una mala noche.
— Lo sé.
Suspiro y me tallo los ojos, mis pestañas enredándose ante la humedad.
— ¿Cómo están?
— No les hemos dicho nada, están arriba, en... — se escuchan risas, las risas de las niñas y no puedo evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en cómo van a reaccionar ante la pérdida de su madre y la noticia que inevitablemente tengo que darles, se me encoge el corazón e inmediatamente me declaro portador del arma que perforará el corazón de las gemelas.
Entramos juntos a la casa y observamos a Tobias caminar de un lado al otro, el teléfono pegado a la oreja. Asiento en su dirección y él me regresa el saludo.
— Vamos, llamaré a Annie, así tú y las gemelas pueden hablar tranquilos, supongo que también le diremos a ella.
Empezamos a subir las escaleras, con ella detrás mío y me detengo a la mitad de camino hacia arriba al sentir mis piernas como un par de gelatinas y cómo las manos me empiezan las sudar.
— Caleb...
— No puedo, Beatrice — mi voz tiembla.
— Nada de no puedo y nada de Beatrice, ven — me pide de manera dulce, como si estuviera hablando con un niño.
Me paro frente de la puerta del cuarto de mi sobrina y lleno de aire mis pulmones antes de golpear la madera suavemente con los nudillos.
— Tío — exclama mi sobrina con una sonrisa, al abrir la puerta extiendo los brazos, indicándole que si quiere abrazarme, puede hacerlo: duda, pero termina acurrucándose sobre mi pecho.
— Hola, Annie — le respondo con una sonrisa triste y la voz rasposa en consecuencia de los alaridos que retumbaban desde mi garganta y hasta chocar con las paredes del hospital.
— ¿Puedes decirme qué pasa? — inquiere de manera suave y preocupada, posando sus manitas sobre mis mejillas, Sam y Juliet giran la cabeza rápidamente en mi dirección y siento como el alma se me va hasta los pies al ver sus rostros angelicales, tan hermosas.
— Annie, mi cielo, ven, vamos a abajo — Tris toma a Annie de mis brazos de manera rápida al ver como empiezo a temblar. Annie se retuerce un par de segundos entre sus brazos, aun sin acostumbrarse al ser tomada sin anticipación.
— Papi — mis niñas se levantan del suelo y se acercan tiernamente.
— ¿Qué pasa? — pregunta Sam, trae un pequeño vestido negro y el cabello recogido el moño alto sus ojos se topan con los míos, ocultos tras una mica oscura, ocultando el dolor, lo hinchado y lo rojos que quedan después de la pérdida de mi esposa, y los suyos tan tranquilos e inocentes, parecen calarme hasta el fondo del alma.
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Entre tus brazos (Divergente) (VPT2)
Fanfiction[Segunda parte de "Vivir por ti (Divergente)"]