Capítulo 6

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Christina

A algunas personas les da miedo la oscuridad, el que no haya algo que les ilumine el camino o el lugar donde se encuentran, pero muchas prefieren estar en la oscuridad con alguien más, con alguien que los apoye, sin embargo, camino bajo la manta oscura plagada de estrellas con total tranquilidad, sin necesitar de alguien.

Cruzo los brazos contra mi pecho, tratando de entrar en calor a mitad del aire frío nocturno, pero parece que no es suficiente, el abrigo negro me cubre hasta arriba de las rodillas, en conjunto con el pantalón rosa claro y unos zapatos abiertos color negro. Observo como el vahó se dispersa y como varias personas caminan por el parque que esta justo en frente del edificio en el que vivo.

Suspiro y entro con paso rápido al sentir como la corriente de aire se vuelve más intensa; el vestíbulo esta iluminado con luz cálida y Frank, el portero de más de 60 años, esta recargado contra el respaldo de su silla, totalmente dormido. Subo las escaleras con paso apresurado y sin detener el paso empiezo a buscar las llaves en mi bolso, las oigo tintinear y las saco rápidamente y estoy  dispuesta a abrir la puerta cuando noto el gran ramo de rosas en la entrada de mi departamento.

Trago saliva para intentar deshacer el nudo que se forma en mi garganta al saber quien las mandó, me agacho con cierta delicadeza y tomo la pequeña nota que hay entre los pétalos amarillos y blancos, identifico su letra de manera casi instantánea, me tiemblan las manos cuando desdoblo el pequeño pedazo de papel:

Rosas rojas por el amor que hay entre nosotros, por esa pasión que arde como carbón caliente, rosas blancas por la pureza de tu piel, de tus palabras y rosas amarillas, por la claridad que le dabas a mis días y por qué sé que podemos iniciar de nuevo.

-Mark

Arrugo el papel opalina y lo arrojo con la rabia palpitando de manera intensa en el pecho, me cubro los ojos con ambas manos y mi cabeza empieza a dar vueltas, me siento en un lado del pasillo, recargando la espalda en la pared fría y dura. Respiro hondo, tratando de controlar la sangre que bombea mi acelerado corazón, haciendo que los sentimientos se me pongan a flor de piel.

No puedo estar llorando por él toda la vida, ¿o si? Es imposible, me quedaría seca. No vale la pena gastar mi sentir en alguien que no lo aprecia, o que desconoce totalmente de cómo cada acción que realiza para conmigo consigue mi llanto desenfrenado.

Me levanto del suelo y hago las rosas a un lado con el pie, tomo las llaves e inserto la indicada en la cerradura, entro con paso firme y azoto la puerta con fuerza, causando eco en el solitario departamento que me pertenece.

Arrojo mi bolso a la mesa del comedor y me dirijo a la cocina por algo ligero para cenar, abro el refrigerador y mis manos se tensan de inmediato al notar como un gran envase de helado de cajeta abarca la parte superior, una nota esta pegada al cilindro y no tardo en tomarla con furia:

Porque sé que es tu favorito. Espero que lo disfrutes, hermosa.

-Mark

Pongo los ojos en blanco y aprieto la mandíbula ¿Cómo carajos entró al departamento? Oh, mierda. Cierro la puerta del refrigerador y tomo mi bolsa de manera brusca, la vacío sobre la mesa y agarro el teléfono, marco los ya conocidos números.

— ¿Chris...? — por su tono de voz diría que está impresionado y aliviado, pero en este momento es lo que menos me importa.

— Ahórrate los saludos, Mark, quiero que me devuelvas las llaves de mi departamento. — digo en tono firme, con la mano en la cintura empiezo a dar un pequeño tour por el departamento, mis pasos repiquetean sobre el suelo de madera y espero respuesta del imbécil que me rompió el corazón.

Entre tus brazos (Divergente) (VPT2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora