Prólogo original.

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NOTA DE AUTOR.

De antemano quiero decirles que esto lo escribí hace más de tres años, y de hecho era lo que para ese tiempo tenía como prólogo. 

Si eres de los lectores más viejos, leíste este prólogo y aún así continuaste con la historia déjame decirte que tienes un lugar en mi corazón, porque yo creo que esto habla acerca del tema del libro —la familia, valga la redundancia—, y parece más a una introducción de un trabajo JAJAAJAJJAJAAJ, UPS.

Disculpen las fallas gramaticales/ortográficas/de redacción que puedan encontrar, porque como dije antes, esto es algo de hace más de tres años y no tenía ninguno de los aspectos anteriormente mencionados "decentes" como considero que los tengo hoy en día, por lo que esto es material inédito.

Ahora sí, los dejo leyendo. 

¡Los amo!

***

La familia, aquello que desde pequeños nos enseñan que es la base fundamental de la sociedad, la primera escuela en la que aprendemos valores, como el respeto, amor, comprensión, unión, tolerancia, esos que debemos aplicar en los diferentes ámbitos en los cuales nos desenvolvemos diariamente.
Nos enseñan que sin importar lo que suceda siempre podremos contar con ella, ya que son los únicos que siempre estarán ahí cuando realmente lo necesites; que no hay problema que no tenga solución cuando estás en familia, ya que ellos son tu muro de apoyo, tu pilar de soporte, e incluso tu paño de lágrimas. Siempre cuando una persona falla académicamente dan a entender que la culpa no es de la institución, sino de los padres, ya que «La familia es la primera escuela del individuo», y el colegio es el encargado de completar éstas enseñanzas. Dicen que en la familia podemos confiar con plenitud. Aunque en ocasiones no existe tanta confianza padre-hijo, debido al temor de ser regañado y juzgado; a pesar de esto, la confianza entre hermanos siempre será relativamente mayor. Un hermano puede ser un excelente oyente y consejero, obvio no escaparás tan fácilmente de un regaño o un jalón de orejas, tal vez en el mejor se los casos puedas reír o aliviar una herida.

Pero, ¿Qué hay de aquellas personas que no tienen hermanos por el simple hecho de ser hijos únicos? Gracias a Dios no existen sólo hermanos de sangre; en ocasiones llegan a tu vida personas que pasan de simples conocidos a amigos, y de a poco se convierten en hermanos que te da la vida. No hay nada más lindo que tener esa química y conexión mental con una persona con la cual no posees parentesco sanguíneos, una persona con la cual tienes tantas cosas en común que los temas de conversación surgen por sí solos, de manera instantánea. Alguien con el cual puedes reírte mil y una vez del mismo chiste sin cansarte, y sin que pierda la gracia; ese tan incondicional que no importa lo que pudiste haber hecho en un pasado, o lo que hiciste en un presente, siempre encontrará la manera de sacarle al mal tiempo buena cara, y estará siempre a tu lado en aquellas ocasiones razonables en las que nadie lo está. Esa persona con la que puedes ser totalmente transparente, tal y como eres, sin temor a ser juzgado, en fin, esa persona que te aceptará tal y como eres realmente.

Pero no todo es siempre color de rosa. ¿Qué ocurre cuando la familia se desmorona? O peor aún, cuando esa a amistad que juraste que sería real y eterna se rompe. Al desmoronarse la familia generalmente las personas caen en una gran depresión, que con el tiempo se va convirtiendo en el peor rencor y el más profundo odio, incluso irreparable en ocasiones. A final de cuentas siempre es como dicen, nunca conoces realmente a una persona, ya que siempre mostrarán la mejor parte o la más falsa de las personalidades, que al final de todo se verá expuesta con el pasar del tiempo.

Lastimosamente vivimos en una sociedad donde nunca faltarán las críticas y el prejuicio, donde hay personas que no miran más allá de sí mismas y siempre por encima del hombro; en un mundo donde todos te quieren ver bien pero nunca mejor que ellos; y esto no sólo pasa entre amigos y conocidos, pasa mayormente en la familia, cuando una madre quiere que su hijo sea el mejor ya sea física, académica, conductual o mentalmente que sus sobrinos, generando inconscientemente una presión en sus hijos, una conducta competitiva y extremadamente perfeccionista que parece nunca acabar.

Hay muchas personas a las que consideramos nuestros amigos más cercanos, que solamente están ahí cuando sacan algún beneficio de tu «amistad», ya sea por el auto que conduces, la ropa que vistes, el dinero que te gastas, en fin, un sinnúmero de intereses; esas personas que sólo les importa lo que puedas aportar materialmente y no personal, sentimental e intelectualmente. Debemos de saber reconocer y cortar esas relaciones tóxicas, convivir con personas que te sumen más de lo que te resten, pero para ello debemos recorrer un camino lleno de decepciones, amarguras y tristezas para llegar a un reconocimiento personal y saber que es lo qué queremos realmente, quiénes somos, qué aspiramos, qué es lo qué realmente deseamos para nuestras vidas; y cuando ya sepamos todo aquello que nos da felicidad en nuestras vidas no habrá presión social tan fuerte que te limite hacer aquello que quieres, que te hace feliz, sólo existirá ese impulso que necesitas para hacer aquello a lo que no estás acostumbrado y créanme que es ahí cuando encuentras la verdadera felicidad y estabilidad emocional.

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