IX. El caballero negro.

94 23 28
                                    

Verónica

Finalmente era viernes, lo que suponía el fin de una semana infernal que parecía eterna e increíble.

Pero no en el buen sentido.

Primero mis familiares de visita, luego la fiesta donde asesinaron a mi abuelo y apareció V, que pese a que acordamos hablar de eso con la policía aún no lo habíamos hecho; sin mencionar la discusión que tuve aquel miércoles con Patrick —que fue el mismo día que me enteré de la condena de tres meses que nos había dejado Alberto—, pero lo que aliviaba un poco las cosas era que Louis habló con los meseros el día anterior, mientras los chicos y yo estábamos en el West Coast.

Por mi parte estaba un poco tranquila: no había recibido mensajes de V desde el entierro del abuelo, pero lo que me inquietaba era que Adam iba a contarnos la noche anterior algo que tal vez sería importante sobre el asesinato de Don Alberto, pero en lugar de eso nos dejó plantados en el estacionamiento del instituto.

Esperaba que no tuviera en mente contar aquél asunto...

Al menos ya le había pagado para que mantuviera su boca cerrada.

— ¿Estás bien? —preguntó Ethan, frunciendo el ceño.

Íbamos de camino al instituto en el Audi del abuelo. No esperaban que me fuera con mis primos, ¿O sí? Lo único que me unía a ellos en esos momentos era V, y así quería mantener las cosas.

— ¿Y eso a ti qué? —respondí a la defensiva.

— ¿Sigues molesta por lo de la piscina? —preguntó, deteniendo el auto en un semáforo en rojo y mirándome de reojo, expectante.

El silencio fue mi mejor respuesta.

Ethan respiró hondo conteniendo el aire por unos pocos segundos, luego lo soltó y continuó manejando—. A juzgar por tu vestimenta creí que me animarías, no que me ibas a ignorar —dijo con tono sarcástico y burlón, haciendo referencia a que llevaba puesto el uniforme de las animadoras.

Miré por la ventana, intentando ocultar lo ruborizada que estaba—. Esa es mi forma de animarte.

— ¿Animarme a qué?

—A que mantengas tu boca cerrada. Si te estoy ignorando no me hables.

—No me estás ignorando —añadió, esbozando una sonrisa juguetona.

Blanqueé mis ojos—. ¿Qué sabes tú de lo que estoy haciendo?

—Hazte esa pregunta a ti, porque ignorarme te sale tan mal que caes antes mis provocaciones —concluyó, seguido de una sonrisa. Frenó el auto enfrente del West Coast.

—Sé perfectamente lo que hago, es parte de mi juego —sentencié.

Me incliné hacia él: nuestros rostros estaban tan cerca en ese momento que pude notar el cambio en su respiración, coloqué mi dedo índice sobre su pierna y comencé a dibujar círculos imaginarios sobre ella.; luego, moví mi mano hasta su torso, recorriéndolo despacio. Tomé su mentón entre mis dedos y mordí mi labio inferior; Ethan cerró los ojos inclinándose de a poco hacia mí, y cuando estaba a punto de besarme me incliné hacia atrás.

Le di dos fuertes palmadas en su mejilla derecha—. ¡Vamos equipo! —exclamé, agarrando mi bolso y bajándome del auto.

Se sentía tan bien tenerlo controlado.

Vi como el auto se alejaba del estacionamiento del instituto antes de encaminarme hacia los interiores del West Coast.

— ¡Verónica! —llamó una voz femenina mientras subía los escalones hasta la entrada principal.

The Liars | COMPLETA | The Liars Saga l Libro 1 | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora