¡Hey!

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Mason

Pasó un tiempo, tiempos y otro tiempo y no sabía nada de ella, ni siquiera si seguía con vida.

¿Qué sería de ella? ¿Seguiría igual de hermosa y tímida? ¿Aún tendría ese hermoso cabello negro sobre sus hombros? ¿Sus grandes ojos miel aún mirarían con la misma intensidad?

Pero lo más importante, ¿Se acuerda de mí?

Sin embargo, las respuestas a casi todas mis preguntas estaban justo frente a mí.

Me acerqué a paso lento, con tanto pavor a que se esfumara en el aire y que resulte ser todo un sueño que me temblaban las manos y se me torcían los dedos de los pies, pero me armé de valor, ese que me costó mucho tiempo ganar, y llegué hasta ella.

Me paralicé unos segundos.

¿Qué le diría?

Pero ya era tarde para pensar, ella notó mi presencia detrás sí, giró sobre sus talones y me encaró con el ceño levemente fruncido.

Listo, era ahora o nunca.

- ¡Hey! ¿Te acuerdas de mí? -dije sonriente y, por desgracia, con notable nerviosismo en mi voz.

Para mi sorpresa y alivio no me golpeó, gritó, roció con gas pimienta o algo parecido... nada de eso.

Su expresión se suavizó, sus ojos reflejaron incredulidad y algo que solo logré decodificar cuando se deshizo de los pocos centímetros que nos separaban apoyando sus delicadas y tersas manos detrás de mí cuello, colgándose de mí para darme un cariñoso y cálido abrazo.

- ¿Cómo podría olvidarte? -dijo separándose de mí a los pocos segundos.

-No lo sé. Hace mucho no sé nada de ti. -dije nostálgico.

-Lamento no haber dado señales de vida, creo. -dijo con un intento de tímida sonrisa que resultó ser una mueca- Pero ya que nos volvemos a encontrar... ¿Qué te parece un café y hablar de nuestras vidas?

Ella quería saber de mi vida...

Asentí incapaz de creer todo lo que estaba pasando aún.

¡Se acuerda de mí!

- ¿Puedo hacerte una pregunta? -dije y al instante me arrepentí. ¿Por qué? Pues...

-Acabas de hacer una. -respondió y una pequeña carcajada socarrona se escapó de sus pequeños labios. Sentí mis mejillas calentarse, se siente extraño, no me había sonrojado en mucho tiempo, aunque no debería sorprenderme que sucediera ahora. Siempre me sucedía cuando estaba con ella- Anda, solo bromeaba. Pregunta. -me alentó a continuar, pero ya se me habían quitado las ganas... y la valentía.

-La verdad, no sé cómo preguntarte... -ya habíamos entrado en una cafetería en la esquina de la cuadra, solo caminamos unos pocos metros hasta llegar, así que una vez dentro nos dirigimos a una mesa junto al ventanal central, de esos que tenían estampado el nombre de la cafetería de forma horizontal en la parte superior y algunas mesetas con flores silvestres en la parte inferior, pero claro, se apreciaban ambas cosas mejor desde afuera. Un delicioso aroma a café, canela y masa horneada reinaba en el lugar, se mezclaba con el aroma que desprendía el cuerpo de la chica que tengo en frente, embriagándome y aturdiéndome por completo.

-Entonces solo hazlo... -sus bellos ojos me miraban con fijeza, casi estudiando cada uno de mis movimientos y facciones, por su escrutinio tal vez reconocía lo mucho que había cambiado. Aparentemente ella también lo había hecho, pero para mejor.

¿Que si seguía igual de hermosa y tímida? Pues sí, estaba incluso más bella de lo que la recordaba, aunque ya no era tan tímida como antes. No sé si eso sea bueno realmente.

Querida Jenna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora