[14] Olvidando.

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¡Hoy es martes de #Wolves! Y, como justificación a mi retraso, les he traído este capítulo narrado del punto de vista de nuestro protagonista, enjoy! <3

***

En mis veinticuatro años de existencia solo me he visto fastidiado por una sola cosa durante mucho tiempo: las mujeres.

He llegado a cuestionarme con irritación lo molestas, confusas y perras que pueden ser. Además, son impredecibles, complejas y totalmente fastidiosas.

Y no hay mujer que iguale ni supere a la que ha hecho que quiera arrancarme las pelotas desde que la conocí: la dulce y estúpida Gillian King.

Más allá de mi desagrado hacia ella —el cual he estado cuestionando estos últimos días—, veo una especie de reto en ella. Y no, no me refiero a una de esas apuestas tontas de secundaria para tomar la virginidad de la chica nueva. Gillian es mucho más especial que una chica nueva, que cualquier chica, en realidad. Hay algo en su actitud que me sobrepasa, me enciende y me irrita a la vez. Es como si fuera una de esas pruebas de las que las personas pueden alardear, pero si ella lo es, espero poder acabar con ella lo más rápido posible.

Sin embargo, pensaba eso de ella hasta que me la encontré en la casa. Conocía el síndrome pre-menstrual de una mujer, y también sabía cuales resultaban ser los síntomas de aquel fenómeno, no obstante, el termómetro de molestia en Gillian había rompido un record mundial.

El verla en toalla había resultado bastante agradable para mí, de alguna forma las gotas cayendo esparadógicamente por su cuerpo habían logrado parecerme fascinantes. Luego de sus ojos, por supuesto, los cuales siempre parecían brillar. Serían mi perdición, lo sabía.

Hice lo que siempre hago, molestarla y hacerla cabrear, pensé que luego de lo que había ocurrido con su apartamento, tal vez podría animarla un poco. Pero no, era una malagradecida y sus palabras hicieron que el ligero odio que sentía por ella volverá a sucumbir.

Había aprendido a no preocuparme, a que las cosas no significaran nada para mí. Pero, extrañamente, el oírla decirme aquello hizo que mi corazón se tambaleara un poco. Me había dolido. Por primera vez, temí que esa fuera la impresión que tenía de mí. Viviendo de otra persona, me importaría muy poco, y quizás ese era el problema principal. ¿Por qué ella estaba comenzando a importarme?

Pero, agradecía sus palabras, porque ellas habían ayudado a que la imagen de sus intensos ojos grises se escapara de mi memoria de una vez por toda. Aquellos ojos y aquella sensación de cercanía que tuvimos en el callejón no dejaba de atormentarme, la deseaba tanto que no me hubiera importado aceptar todos los insultos que me dijera. La deseaba tanto que la salvaría todas las veces necesarias solo para al menos probar sus dulces labios una vez más.

No obstante, esos pensamientos se sintían indignos, como si no fuera yo quién los pensara, y fuera un impostor el poseedor de tal deseo en una chica cualquiera. Ella no era más que otra chica cualquiera, no tenía nada de especial, no era la chica por la que me remidiera, y definitivamente yo no soy el chico que la haría feliz. La vida no es un cuento de hadas, los sentimientos son solo un desperdicio que no crea más que un basurero en el corazón que te quita la vida poco a poco.... Sí, mi concepto del amor es un poco dramático.

No estoy roto, no necesito a alguien que me salve.

Y Gillian me recordó eso precisamente. Oculté toda la preocupación que sentí cuando me enteré de lo que había ocurrido en su casa, y de todas aquellas veces en las que había resultado en peligro, porque no debería de haber sentido nada en primer lugar. Era solo un pasatiempo, estaba aburrido, pero ya no más. Ella se había tomado confianzas innecesarias, siendo capaz de tratarme como un maldito muñeco de trapo al cual podía clavarle alfileres cada vez que se le diera la gana. Gillian no era una tonta, definitivamente no es como pensé que sería, ella sobrepasó mis expectativas, pero así se quedarían las cosas.

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