Capítulo 28

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Stiles seguía sentado junto a la mesa de operaciones del veterinario. Sobre ella, Derek continuaba inconsciente después de que Deaton le hubiera curado las heridas. La cicatriz de la puñalada, aunque lentamente, por fin había empezado a regenerarse, así como la de la cara y las que cubrían su pecho y espalda. Pero los restos de sangre seguían estando en su costado, así como sobre la mesa y prácticamente todo su cuerpo.

Aprovechando que estaban solos, Stiles se levantó de la mesa para inspeccionar la mesa donde Deaton guardaba todo lo necesario para atender su clínica. Intentó no prestar mucha atención a las toallas teñidas de negro que había en la papelera con las que habían frenado las múltiples hemorragias, y rebuscó entre los cajones. Finalmente encontró un pequeño barreño que llenó con agua templada, tras lo que cogió la única toalla limpia que quedaba.

Colocó todo sobre la mesa, a la altura de la cabeza de Derek, y le observó en silencio durante unos segundos. Respiró hondo varias veces, sintiendo cómo los ojos se le empañaban al verle tan frágil, pero obligándose a pensar en positivo.

Y lo positivo era que Derek estaba vivo. Que había estado muy cerca, sí. Y que él había sido el responsable de llevarle a ese estado, sí. Pero que al menos estaba vivo.

Dando un respingo para terminar de alejar las lágrimas, introdujo la toalla en el agua y, muy lentamente, comenzó a limpiar la sangre. Empezó con la cara. No porque allí hubiera más sangre, sino porque necesitaba ver su rostro limpio de aquella masa viscosa. Para que así le resultara más fácil aceptar que todo había acabado. Que Helena había muerto, que ellos habían sido los vencedores, y que ahora todo sería como antes.

O casi como antes.

Una vez las mejillas, frente y labios del Alfa estuvieron libres de la sangre, aunque seguían estando más pálidas de lo normal, Stiles se permitió un par de segundos para dejar la tarea de limpieza. Aprovechando que nadie le veía (aunque a estas alturas le daba igual lo que la gente viera o pensara de él), acercó sus labios a los del hombre para besarlos muy levemente. Y aunque los carnosos labios de Derek no respondieron a su beso, exactamente igual a como ocurrió la última vez que le besó, se llenó de la sensación de al menos poder sentirlos y poder notar su calor.

Sólo se concedió unos segundos.

Sabía que si seguía así acabaría teniendo una crisis emocional y se echaría a llorar, hecho un ovillo a los pies de Derek. Y por mucho que fuera justo eso lo que quería, no tenía derecho a ello hasta que Derek no despertara y volvieran a casa... Porque Stiles necesitaba pensar que cuando él despertara, podrían volver a casa juntos y mandar al resto del mundo a la mierda.

Inspirando con fuerza, se limpio las lágrimas con el reverso de la mano y cogió de nuevo la toalla.

Poco a poco, casi de forma reverencial, como si estuviera tratando con un cuerpo de porcelana y no uno de los cuerpos más fuertes y duros que había visto jamás; Stiles siguió limpiando la sangre. Lo hizo en silencio. Dejando que sólo el sonido del agua moviéndose cada vez que introducía de nuevo la toalla en el barreño, se oyera en el interior de la clínica.

Casi media hora después, cuando ya no había ningún resto negro sobre la pálida piel de Derek, tiró el agua a la pila y la toalla en el cubo de ropa sucia. Volvió a colocarse junto al hombre entonces, al borde de la mesa, y cogió una de sus manos para apretar los dedos con cariño.

Lo hizo convencido de que, al notar su tacto, Derek reaccionaría. Que apretaría también su mano o, incluso, abriría los ojos al darse cuenta de que estaba allí con él.

Of Alphas and MatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora