Capítulo 27

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Todo ocurrió muy rápido.

Derek había vuelto a desmayarse, después de que Stiles hubiera clavado una de sus garras en la herida dejada por el puñal, ante la atenta mirada de Helena. Y como había ocurrido las últimas veces, apenas sus párpados se cerraron y su pulso se volvió mucho más relajado, la Alfa le abofeteó en la cara para que despertara enseguida.

Lo normal hasta ahora había sido que, una vez Derek estuviera de nuevo consciente, Helena le ordenaba a Stiles que continuara.

Pero esta vez no fue así.

Porque esta vez hubo algo que cambió los planes de Helena.

Tanto ella como su Beta lo oyeron a la vez.

El sonido de dos latidos acelerados, y el olor característico de los humanos. Ambos dieron media vuelta, justo en el momento en que los dos hombres de mediana edad entraban por la puerta que había a sus espaldas.

Al verse descubiertos, Deaton y Chris se arrodillaron ya con las pistolas dispuestas, apuntando a la cabeza de la mujer.

Pero dispararon con medio segundo de retraso.

Helena esquivó las balas con facilidad, y acabaron estrellándose contra la pared que había tras ella.

Deaton maldijo por lo bajo, y en un arrebato de rabia disparó hasta que acabó vaciando el cargador. Pero, de nuevo, cada una de los proyectiles fueron evitados por la mujer, quien se movió como si hubiera disparado a cámara lenta.

Al descubrir que se había quedado sin municiones, buscó a Chris con la mirada. El cazador, a su lado, le ordenó que se marchara y buscara ayuda. Pero apenas había dado un paso en dirección a la puerta, Helena ya estaba a su lado.

Acorralado entre la pared y la mujer, el veterinario miró con pavor al Alfa que, sin necesidad de estar transformada, imponía más que respeto.

Sobre todo cuando le sonrió como si se conocieran de toda la vida.

Con las garras ya fuera, Helena Lickson agarró al hombre de la chaqueta y le lanzó contra la pared más alejada, dejándole inconsciente en el acto. Chris Argent aprovechó que ella estaba ocupada, para disparar a la mujer. Y pese a que en el último momento Helena se movió, al menos consiguió alcanzarle en el brazo.

Soltando un aullido de dolor, Helena llegó a su lado en dos rápidas zancadas. Le arrebató la pistola de un manotazo, y con la otra mano le agarró del cuello, elevándole por encima de su cabeza como si no pesara nada.

Lentamente, acercó el arma a su nariz y olisqueó.

- ¿Qué es esto? – preguntó al cazador – No huele a acónito.

Chris no se dignó en responder, pero tampoco apartó la mirada de la mujer.

- Bien. Tendré que ser más sutil.

Sin ningún esfuerzo, arrastró al cazador hasta el lugar donde Deaton seguía inconsciente. Apenas un par de metros desde donde Stiles observaba la escena, completamente paralizado.

Al llegar junto al veterinario, se arrodilló junto a él y colocó una garra sobre su garganta.

- Dime de qué son las balas, o Beacon Hills se quedará sin veterinario – ante el silencio de Chris Argent, Helena empezó a clavar la uña en la carne del hombre, brotando enseguida la sangre.

- Está bien. Está bien – respondió en seguida, pero mirándola con odio - Es Lycium.

- Imposible – rugió el Alfa, mostrando sus ojos rojos - Hace décadas que se extinguió.

Of Alphas and MatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora