No tenía ni idea de cuánto tiempo iba a permanecer en el hotel. Había llegado y alquilado una habitación. Esta tenía un pequeño balcón que daba a un jardín muy bonito. Pero yo no me había fijado. Me había limitado a sentarme en el borde de la cama y a poner la cara entre las manos, mientras me lamentaba por lo idiota que era. Me sentía mal. Mal por no haber intentado comprender a Nerea, o por haber cortado con mi (ex)novio. No tenía ni idea. Puede que fuesen las dos cosas. Me había estresado y había perdido los estribos. Me sentí fatal por haber montado la que habíamos montado en un momento. Levanté la cabeza y miré por el bacón, a lo lejos. Me apeteció levantarme y asomarme a él, pero en cambio me llevé la mano derecha al bolsillo trasero de mis shorts y saqué unos cuantos papeles mal doblados. Esos papeles eran de Hans, eran capítulos. Los había cogido sin que se diese cuenta para leerlos más tarde. Abrí los papeles con las dos manos y comencé a leer:
"El otro día una chica amiga mía nos preguntó a un amigo y a mí si confiábamos en ella. Los dos, sin pensárnoslo dos veces, le contestamos que sí. Y mientras esperábamos una segunda pregunta, ella se encogió de hombros, sonrió y puso la barbilla en las rodillas. Mi amigo le preguntó si había algo más, ella negó y dijo: "Contadme algo íntimo". Ella es desconfiada y siente que en cualquier momento la van a dejar sola, pero se siente muy a gusto con los chicos. Nosotros intentábamos que no pensase en negativo. Pero no nos escuchaba y volvió a preguntar. Mi amigo no contestó, pero yo levanté la mirada del suelo y le dije: "Hay veces, cuando me gusta mucho una persona, que dejo un hueco en la cama para ella".
Era demasiado verdad. Lo hacía muy a menudo. Nunca se lo había contado a nadie y ahora lo soltaba así por las buenas... Si no lo había confesado era porque opinaba que era algo absurdo, infantil e inmaduro. Pero a pesar de que esperaba que se riese de mí, levantó la cabeza de las rodillas y me miró con los ojos brillantes. Ella no es lo que se dice guapa, pero en ese momento a mí me preció preciosa.
- Yo también lo hago. Siempre – dijo.
En ese momento me sentí súper afortunado de tenerlos a mi lado. A pesar de que lo intentaba, ella estaba un poco confundida y afectada por el suceso inesperado de hacía un par de horas. No recuerdo bien por qué salió el tema, pero recuerdo que yo buscaba algo en mi móvil y ella se quejó diciendo que estábamos todos juntos, que soltase de una vez el móvil. Pero no terminó la frase porque le puse el móvil en las manos. Su cara pasó del enfado gracioso, hasta la angustia en un solo momento. "¿Quién es?" preguntó en voz baja, temerosa de la respuesta. "Mi padre". Su cara reflejó pánico. Volvió a mirar al móvil y me lo tendió rápidamente. Yo miré la foto. Era una fotografía hecha aun cuadro pequeñito con marco, en el que aparecía mi padre. Sabía que no tenía que explicarle nada más. Le pregunté qué era lo que le pasaba y ella me llamó capullo. Volvió a insultarme y puso la cara entre las manos. "Ahora me has deprimido, coño". Sé que aún se acuerda y que le cuesta mirarme. Creo que ha sido un golpe duro para ella.
Poco después, en el parque, me preguntó si me dolía. Le dije que no intentando sonar convincente, pero ni yo me lo creí. Claro que duele. Siempre duele. Puede que haya veces en las que duela un poquito menos. Pero nunca dejará de doler. Vaya estupidez esa de los libros. "Al final, habrá un momento en el que no duela". Puff. Mentira. Y sé que no me creyó, pero se calló y me preguntó "¿Cuándo?". Cuando yo tenía nueve años. "¿Cómo?". Pastillas demasiado fuertes. Y ella no paraba de venirse abajo con cada respuesta. Fue bastante duro, pero me costó superarlo y ya lo había conseguido en parte. Ella estuvo todo lo que quedaba de día rara. Apagada. Mi amigo y yo le preguntamos varia veces qué era lo que le pasaba. Pero no hablaba.
Hace ya casi una semana de aquello, y no hemos vuelto a quedar y casi nunca hablamos. Sinceramente, lo intento, pero la veo tan feliz que no tengo gana de arruinarle la vida. Además, creo que le gusta mi amigo. Él dice que no, pero yo algo le noto a ella. Sé que no es una buena excusa para no hablar con una amiga, pero no es que haya tenido una semana genial que se diga, no... Vale, sigo sin tener buenas excusas. Soy de lo peorcito. Pero es que esta maldita semana, para colmo, a mi amigo le ha dado por pasar de mí. El primer día de la semana no vino porque estaba en yo que sé qué pueblo o algo. Y el martes, yo con ganas de estar con él (porque no se lo digo, pero es muy importante para mí), pues llega antes que yo y se junta con un chaval que ni siquiera le hablaba hace una semana. Y ahora, al parecer, son inseparables. Creo que lo prefiere a él antes que a mi amiga. Cosa que sé que le molesta y le duele. Porque ha pasado de estar con ella y conmigo, a hacer que cada uno vaya por su camino.