¿Que dónde estaba? En el Paraíso, claramente. Cuando me di cuenta que estaba esperando cuando ella no iba a venir, me pregunté cómo no se le había pasado por la cabeza que pudiese estar allí. En nuestro lugar. Si la situación se invirtiese, sé que yo la hubiese ido a buscar allí. Pero no apareció. Me tumbé al lado de Jauja, que estaba dormida, y me entretuve en mirar el cielo estrellado. Por mi cabeza pasaron todos los momentos que había pasado con Eva. Que, en teoría, eran pocos. Nos besamos al segundo día. Al tercero,empezamos a salir oficialmente. Y había vivido juntos desde el primer día. Eso era lo que llamaban amor adolescente. Y nosotros hacía ya mucho que la habíamos pasado. A lo peor nos habíamos precipitado, y ni nos gustábamos ni nada. Bueno, gustarnos sí que nos gustábamos, pero querernos... Sí, era eso. Había ido todo muy rápido. Claro, que también dicen que el amor no tiene tiempo. No, no. Eso lo decían de la edad.
Me toqué la cabeza, me dolía. Miré el reloj de mi muñeca y descubrí que había dormido media hora. Estaba siendo el día más largo de mi vida. Me incorporé sobre mí mismo y salí del Paraíso. Tantos recuerdos... ¿Qué estaría haciendo? ¿Dónde estaría? Y lo más importante, ¿con quién? Me estaba empezando a emparanoiar... sin rumbo fijo me paré y volví al Paraíso. Me dediqué a explorar los alrededores, pero siempre sin ir muy lejos, por si Eva aparecía. Jauja me miraba inquieta, observando todos mis movimientos.
Me frené en seco y volví a la poza principal. Ya lo había decidido .Cortaría con ella. Pero, ¿cómo acabar con algo que ya no tienes? Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, un agudo dolor se dedicó a pincharme el costado. Quise ignorarlo, pero cada vez que pensaba en Eva el dolor reaparecía. Desde luego no estaba preparado para perderla. Y, a pesar de todo, era lo que haría.