Acababa de llegar y Adrián me había saltado al cuello. Literalmente. Se había agarrado a mí como una lapa y no paraba de llorar. Yo intentaba que me explicase qué era lo que había pasado, pero se atragantaba con sus propios hipidos y tenía que parar cada dos por tres. Por lo que no me enteré de nada. Me acerqué a una silla y me senté junto a Nerea. Nos miramos graciosas, preocupadas por Adrián, que a una velocidad asombrosa, se había dormido en mi regazo.
- Estaba agotado. Lleva mucho tiempo sin dormir.
- Lo sé. – contesté mientras le acariciaba la cabeza.
Miré a Nerea y la vi mal.
- ¿Qué le ha pasado?
- No lo sabemos. Lo único de lo que tengo certeza es que esto viene de antes. De mucho antes.
- ¿Cómo ha ocurrido?
- Mientras Hans y yo hablábamos en el Paraíso, Adrián llegó llorando, sofocado, diciéndonos que Estela se había desmayado.
- ¿Y?
- Y Hans le hizo no sé qué maniobra mientras yo iba a por el coche para venir aquí. Y aquí estamos.
Me callé. Me sentía fatal. Mi amiga se había desmayado por lo que parecía ser una cosa bastante grave, y yo saliendo con otro.
- ¿Dónde estabas? – me interrogó Nerea.
Me asustaba contestar la verdad. Busqué con la mirada a Hans, pero había desaparecido.
- ¿Me vas a contestar?
- Estaba cenando.
- ¿Dónde?
- En un restaurante.
- ¿Sola?
- ... no...
- ¿¡No!?
- Shhh... - nos llamaron la atención.
- ¿Con quién ibas? – susurró.
- Con una persona. – susurré.
- No jodas... De verdad. ¿Con quién ibas?
- Con un chico.
- ¿Quién era?
- ... servicio de habitaciones... – dije con la boquita pequeña.
- ¿Quién?
- El servicio de habitaciones del hotel, ¿vale? – me enfadé.
- ¿Sales con el servicio de habitaciones de un hotel?
- No, no salgo con él. Nicolás y yo solo somos amigos.
- ¿Desde cuándo lo conoces?
- Eh...
- Me lo imaginaba. Mira, si te digo esto es porque te quiero y te sigo considerando mi amiga. Me parece muy mal lo que has hecho. Hans te quiere. Y tú te has ido con el primero de turno.
- Si te digo que solo somos amigos, es que solo somos amigos. ¡No hemos hecho nada! Y si tan amiga me sigues considerando, responde: ¿Qué ha pasado entre Hans y tú?
Se calló y me echó una mirada penetrante.
- ¿Cuándo? ¿Hoy? – titubeó.
- Sí. Y antes.
- Eva, no creo...
- No, dímelo. Cuéntamelo todo.
Me miró y asentí. Empezó a hablar y mi cara cambió. Cuando me relató hasta el momento antes de que Estela se desmayase, me levanté de la (incómoda) silla del hospital.