Capítulo 5

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¿¡Cómo!? ¿¡Se conocían!? ¿De qué? Fue bastante impactante ver como Nerea se enganchaba al cuello de mi novio y este la alzaba por la cintura dándole un par de vueltecitas (como me había hecho él una vez a mí, aunque por lo que parecía, no se acordó en aquel momento, demasiado ocupado con una de mis mejores amigas). Se despegaron y quedaron cogidos de las manos.

- ¡Cuánto tiempo! – gritaron a la vez, volviéndose a abrazar.

Por suerte, Adrián se metió por medio y le tendió la mano a Hans. Nerea la soltó y corrió a mí para abrazarme. Me estrujó un segundo y se giró. Adrián estaba hablando con Hans, pero aún así, Nerea interrumpió y cogió a mi novio por la cintura.

- Me tienes que enseñar esto. – le dijo muy feliz, contagiando a Hans.

Estela me besó en la mejilla, se alborotó el pelo pelirrojo cortado a lo chico y se acercó a Hans para saludarle.

- Hola. Encantada. Soy Estela. – sonrió mi amiga. – Por lo que veo, Nerea y tú ya os conocéis, ¿de qué?

Dichas personas se miraron, y Nerea se sonrojó. De verdad, conozco a mi amiga y nunca, repito NUNCA, la había visto sonrojarse de esa manera. Hans la rodeó con un brazo.

- Es una larga historia.

Quise contestarle que teníamos tiempo, mucho, pero movida por dios sabe qué, me contuve. Hans, con mi amiga entre sus brazos, se encaminó a enseñarle aquel pequeño pueblo en el que vivía él.

- ¿Y tú qué tal Evita? – me besó en la mejilla Adrián.

- No me llames Evita, no me gusta, lo sabes.

- No te enfades. Estamos de vacaciones, ¿no? Pues sonríe, ¡venga!

La felicidad y los saltitos de Adrián nos contagiaron a Estela, que se puso a reír a carcajadas, y a mí que hizo que sonriese y nos abrazamos.

- Bueno, ¿nos vas a enseñar esto?

Tan directo como siempre. Bien, mi querido Adrián.

- Venga, vamos.

Adrián lanzó un puño al aire y cogió sus maletas para luego echarse a correr. Estela se rió, me rodeó con un brazo la cintura y me besó en la mejilla.

- Ya hablaremos sobre Hans y Nerea, ok? Ahora a disfrutar, los tres.

Asentí triste y nos dirigimos hacia Adrián, que cual niño chico, daba saltitos de aquí para allá y alucinaba con todo. Adrián era el típico chico con el que toda chica soñaría. Estela, Nerea y yo varias veces lo habíamos comentado. Era gracioso, ocurrente, un poco desastre y, para qué engañarnos, era guapo, tenía su gracia y estaba bastante bien. Vamos, un novio de los que te cortan la respiración. De lo que de verdad te dolía cuando cortaba contigo (porque es tan encantador, que no se te pasa por la cabeza siquiera la idea de dejarlo tú). Este nos esperaba frente a la que sabían que era mi moto. Para mi sorpresa, no estaba solo. Junto a él, Hans que cogía a Nerea por al cintura, se apoyaba en un árbol y conversaban animadamente con Adrián.

- ¡Eh!, hola – dijo Hans al ver que me acercaba. – Cariño, ¿me dejas la moto para que le enseñe esto a Nerea?

Siento decir que no pude evitar la sorpresa ante esa pregunta. ¿De veras pensaba que le iba a dejar mi moto para que se fuese a dar una vuelta con mi mejor amiga? Lo llevaba crudo.

- Sí. – me escuché decir.

- ¿¡Sí!? ¡Genial! ¡Gracias! – gritó Nerea.

Se soltó de los brazos de Hans y me abrazó a mí.

Un lugar bajo el sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora