Capítulo 11

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Serían las once de la noche y a mí se me había pasado la velada volando. Nicolás era un hombre maravilloso y con mucha gracia. Miré el móvil y descubrí que tenía docenas de llamadas de Adrián, Nerea y Hans. Mierda. Iba a llamarlos, pero de repente una mano se posó sobre la que yo tenía sobre la mesa. De película. Se me olvidó todo de golpe.

- Oye, ¿qué pasa? Has puesto una cara muy rara.

Me estaba sonriendo. Aparté con cuidado y una sonrisa de agradecimiento mi mano de la suya.

- Tranquilo, no es nada.

- Vale. ¿Qué te apetece de postre?

- ¿¡Postre!? ¡Pero si hemos comido por nosotros y por los de la mesa de al lado!

Soltó una carcajada y los de la mesa contigua nos miraron divertidos a la vez que yo me ruborizaba.

- Qué exagerada eres.

Reímos los dos. De repente, una vibración de mi móvil sobre la mesa me despistó. Lo miré disimiladamente: "Nerea".

- ¿Me disculpas un momentito?

Asintió y cogiendo el móvil me levanté y encaminé hacia el cuarto de baño, allí, lo cogí.

- ¿Nerea?

- ¿Eva? ¡Eva! ¡Menos mal!

- ¿Por qué? ¿Qué ha pasa...

- ¿¡¡Cómo coño se te ocurre desaparecer del puto mapa sin avisar!!?

Su chillido me descolocó.

- Estela y Adrián sabían que...

- ¡¡Sabían que te habías ido a dar una jodida vuelta!!¡¡Les dijiste que te llamaran al móvil si había algo!! ¡¡A ver para qué carajo quieres entonces la mierda móvil!!

- Nerea, ¿qué ha pasado?

- ¡¡Qué eres una mala amiga!!

- ¡Ja! ¡Habló!

- ¡¡Joder!!

- ¡Ahghggh!

Nerea solo soltaba tales tacos si estaba muy enfadada. Pero por lo visto, no pretendía explicarme el porqué de su enfado.

- ¿¡¡Se puede saber por qué hostias te pones así!!? – chilló.

- ¡¡¡Explícame qué coño pasa!!!

En ese momento una señora entró por la puerta del baño, pero al oírme, volvió a salir. Si no fuera porque era yo la que estaba allí con un problema del que no sabía nada, me hubiese descojonado de risa.

- ¡Estela! ¡Estamos en el hospital! ¡Por ella!

Se me cayó la cara de vergüenza cuando oí a Nerea. Mi mejor amiga en el hospital y yo disfrutando de una magnífica noche.

- ¡Egoísta!

- ¿¡Cómo!? – preguntó alucinando Nerea.

- ¡No! ¡A ti no! ¡A mí!

- ¡¿Y por qué mierda me lo gritas por teléfono a mí?!

- ¡¡Porque es lo que soy, joder!!

- ¡Ahghggh!

- ¿En qué hospital estáis?

- No sé.

- ¿¡Cómo que no sabes!?

- ¡¡Qué no sé coño!! ¡¡NO SÉ!!

- ¡¡¡Ahghggh!!!

Y le colgué. Y apagué el móvil. Y me lavé la cara. Y me maldije a mí misma tropecientas veces. Y salí del baño.

Cuando abrí la puerta, todo el mundo se calló y me miró. Enrojecí al momento y me acerqué a Nicolás.

- Oye, ¿qué ha pasado? ¿Por qué gritabas así? He estado a punto de entrar y sacarte.

- ¿Tú podrías llevarme al hospital?

- ¿¡Qué!? - gritó. Cuando se dio cuenta de que había alterado a la gente (que llegados ese punto pensarían que la parejita había salido de un manicomio), bajó la voz. - ¿Qué ha pasado?

- Nada, tranquilo. Una amiga.

Le miré preocupada por Estela y él me abrazó.

- Sí, claro. Yo te llevo. – susurró a mi oído.

Cerré fuerte los ojos y deseé que todo acabase.

- Sácame de aquí, por favor. – susurré.

Me soltó y cogió mi mano. Asintió y nos dirigimos al coche.

Un lugar bajo el sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora