Capítulo 10

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Llevaba horas sin querer hacer nada. Mientras inspeccionaba el suelo, llegó Nerea con dos cafés.

 - ¿Estás bien?

La miré. No, no estaba bien. Mi novia, a la que me había entregado como la primera, me acababa de dejar. Mi amor de la infancia estaba sentada a mi lado. Tenía de nuevo el corazón oprimido por las misteriosas fuerzas. Mi ritmo cardíaco había decidido que quería vivir con su propia intensidad. Dentro de mí estallaba todo el maldito cosmos. Tenía de nuevo la sensación de vacío entre la garganta y el pecho. Y unas ganas tremendas de gritar. No, yo creo que no estaba bien.

 - Sí. Más o menos.

Silencio.

 - ¿Y Adrián y Estela?

Miróal suelo y no me contestó. Genial, ya la había vuelto a cagar.Esperé a que me contestase o que, al menos, levantase la vista delsuelo y me gritase o se enfadase.

- No me eches cuenta, soy idota.

Siguiósin responderme, por lo que supuse que estaría enfadada a la peormanera. Cuando no hablaba. Cuando hacía más daño con el silencioque con las palabras. Cuando me dolían más sus miradas que su risasarcástica. De momento, me vi catapultado al pasado. Cuando estabacon ella. Ella y yo.

 - ¿Estás enfadada? – pregunté con un hilillo de voz, asustado aún por esos recuerdos.

Deverdad que se me aceleró el pulso cuando no respondió.

 - ¿Vas a contestarme?

Parecíaque no.

 - ¿Vas a siquiera levantar la cabeza?

Teníapinta de que tampoco.

 - Nerea, por favor.

Levantóla cabeza. Sus ojos me inspeccionaron. Por un momento, incluso measustaron. Retrocedí inconscientemente sobre la piedra en la quehabía pasado horas sentado. Sentí pánico.

 - ¿Qué quieres Hans?

Parami sorpresa, su voz sonó totalmente normal, a pesar de que sus ojoshinchados y su nariz roja decían lo contrario. De vez en cuando, sucuerpo daba una pequeña sacudida, pero si estaba alterada o algo porel estilo, lo disimulaba perfectamente. Si no hubiese sido porque laconocía muy bien, realmente bien, me hubiese creído que estabaestupendamente.

 - Me has asustado.

Genial.Si ya de por sí la frase sonaba a ridícula, de la forma en la quela dije, hizo que sonase totalmente infantil. Creo que me ruboricéhasta un punto vergonzoso. Lo estropeaba por momentos.

- ¿Crees que volverá?

Lamiré y la vi fatal. Por dentro.

 - No lo sé, Nerea. Para qué te voy a mentir.

Asintióy volvió a mirar al suelo tranquilamente, como si la respuesta ya lasupiese y yo solo se la hubiese confirmado.

 - A mi me pone feliz que Estela y Adrián salgan. Estaba claro que él estaba loco por ella. Solo que me ha impactado la noticia. No tiene más. De verdad, me encanta que dos de mis mejores amigos salgan juntos y sean súper felices. No sé por qué me he puesto hecha un basilisco. No tenía motivos ni razón.

Abríla boca para contestar pero ningún sonido salió por mi boca.

 - He sido una egoísta. 

Derepente, Adrián cayó por la entrada estrepitosamente.

 - ¡Adri!

Noslevantamos y nos dirigimos a él.

 - ¡Chicos! Ayudadme, por favor!

Nosmiramos asustados. Lo cogimos de las manos y lo levantamos.

- Estela se ha desmayado.

- ¡¡¿Cómo?!!

- Joder. Venga, vamos, salid. La llevaremos a un hospital.

Salimosy corrimos hacia donde estaba Estela, cerca de allí.

- Estábamos hablando y de repente se ha caído al suelo. Por suerte me ha dado tiempo a cogerla y no se ha golpeado la cabeza.

Estaballorando y Nerea lo abrazaba.

- Tranquilo, va a estar bien.

Yono estaba muy seguro de eso, pero le tomé el pulso y comprobé queera un simple desmayo. Pero me asusté.

- Mierda...

- ¡¿Qué pasa?! - preguntó Adrián asustado.

Penséque tendría que decirle que no era nada, pero... no era médico, yno sabía si llevaba razón.

- Nerea, ve a por el coche y tráelo rápido. – le dije mientras soltaba las llaves en el suelo y cogía a Estela en brazos. Descubrí que pesaba mucho menos de lo que me esperaba.

Nereaasintió y salió de allí corriendo. Adrián dejó de llorar yofreció su ayuda.

- No. Tranquilo. 

Alpoco llegó Nerea y Adrián subió de copiloto mientras que yotumbaba a Estela en la parte trasera del coche e intentabadespertarla suavemente. Mientras, le daba indicaciones sobre a dóndegirar. Por el camino, Nerea llamó al hospital.

Llegamosal hospital y salieron a recibirnos con una camilla. Me quitaron aEstela de los brazos y la metieron dentro. Una enfermera muy amablenos dijo que podíamos esperar d entro. Nos miramos y asentimos.

Horay media después, seguíamos esperando noticias de Estela. Adrián yahabía agotado todos los descafeinados del bar y Nerea se sabía dememoria todos los pasillos del hospital. Habíamos intentadocontactar con Eva, pero no nos contestaba al móvil. Quise ir abuscarla, pero no sabía dónde hacerlo y creí que no sería lomejor dejar a Nerea y a Adrián solos allí. Así que llevaba mediatarde dentro de un hospital. Y lo que me quedaba... Adrián se meacercó.

- Gracias.

- ¿Gracias por qué?

- Por salvarla.

"Esoaún no lo sabemos", quise decirle, pero me opté por callar.

- Tranquilo. No he hecho nada.

Memiró.

- No. Gracias.

Ydicho eso, se volvió a encaminar hacia otro descafeinado más. Ynosotros sin noticias de Estela.

Un lugar bajo el sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora