V. - ✧ Retorno ✧

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Amar a Levi era amar al Universo, con sus galaxias, con sus planetas, con sus lunas y estrellas. Por eso yo no podía amarlo, porque Levi era universo y yo apenas un fugaz instante.

.

El estruendo que provocó la varita de madera del profesor al golpear la orilla de la mesa causó que mis sentidos volvieran y mi mente bajase de la luna para volver a la Tierra. El hombre me miró sobre sus gafas con una de sus cejas levantadas en advertencia.

–Detente ahí – el profesor alargó la barita de madera para señalar a la chica que leía sin gana alguna su poema (no sabía su nombre; pese a llevar tres años juntos aún no conocía a todos mis compañeros); luego el hombre volvió su vista a mí. –. Eren pareces tener entusiasmo.

–Uy, sí, demasiado – murmuré.

El profesor Mike me escuchó y me envió una rápida mirada cargada de entendimiento. No estaba en uno de mis mejores días, y él lo sabía. Pero cuándo a un profesor le ha importado que no tengas un buen día. Con sus manos me indicó me pusiera de pie.

–Bien, ¿Qué tienes para mí?

Suspiré. Armin me miró desde su lugar y con una mirada fugaz me dijo «ánimo».

Ya no estaba seguro de leer mi poema. Lo había escogido en un momento de debilidad cuando mi sentido común había decidido tomar un descanso, y ahora me avergonzaba leerlo porque más que cualquier otro día Levi y su fragancia estaban en mi mente.

Me dolió el estómago.

También el corazón.

–Es el amor... – Risitas se escucharon. El profesor mandó a callar.

–Continua.

Miré sobre mis gafas a las idiotas que se habían reído y procuré hacerlo con tanta amargura como podía. Rodaron sus ojos.

–Es el amor. Tendré que ocultarme o huir. Crecen los mu... - me detuve, mordí mis labios y miré suplicante al profesor.

–¿Ocurre algo?

Mis manos sudaron. Miré al profesor Mike y quise pedirle que por favor olvidáramos todo eso y en su lugar tuviéramos una conversación absurda sobre porqué las bolsas de papel son mejores que las de plástico reutilizable para comprar verduras en el mercado local y cuántos son los árboles que perecen bajo las manos de las monstruosas cadenas, dueñas de las bolsas de papel. Pero todo lo que salió de mí fue mi inútil verdad: –Es que... bueno, usted dijo que escogiéramos algo que nos hiciera sentir, y aunque el poema en sí es hermoso, yo... – era asqueroso, estaba comenzando a sudar por todos lados. Estaba a punto de dejar expuesto más de lo que debía –. Yo realmente no quiero hacerlo.

El profesor suspiró y llevó sobre su barbilla sus dedos para fingir pensar. Asintió dos veces. –Si es algo que llevas dentro y te está causando la preocupación que llevas, déjalo salir, tienes a todas éstas personas dispuestas a escucharlo. Eren – se acercó a mí y puso una mano sobre mi hombro, vi el fugaz intentó de una sonrisa, jamás lo había visto tan comprensivo conmigo, sabía que era una buena persona, todo el mundo lo decía, muchos le admiraban, pero nunca había tenido la dicha de comprobarlo –, sólo déjalo ir. Preocuparse es estúpido. Es cómo andar con un paraguas a la espera de que llueva.

–¿Y si llueve al final?

–Eres inteligente, sé que sabrás protegerte de ella, o bien, danzar entre sus gotas.

Mis dedos apretaron la hoja con el poema. El hombre no se rendiría, eso era obvio, y todos a nuestro alrededor ya nos miraban con los signos de interrogación sobre sus cabezas.

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