Boyfriend

IX. - ✧ Fotografías ✧

Las viejas fotografías son engañosas, terriblemente engañosas, nos dan la ilusión de que estamos vivos en ellas, y no es verdad, la persona a quien estamos mirando ya no existe.

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Quedaban dos meses antes de la graduación. Levi e Isabel se habían marchado antes de ello porque el programa de la universidad a la que asistirían así lo requería. Yo aún tenía días por delante en los que mi vida se llenaría de decisiones. En mis manos los formatos de la universidad en Rose descansaban aún sin rellenar.

Sina siempre había sido mi primera opción.

Estar con Levi toda una vida siempre fue lo esencial.

Lo recordaba.

Lo recordaba a la perfección.

Aquellos días en los que los colores que adornaban nuestras vidas eran lo único importante.

Tenía una vieja fotografía enmarcada en negro, en ella Levi sostenía mi mano mientras yo limpiaba mis lágrimas, tenía las rodillas raspadas y los cabellos llenos de ramas, volvíamos de un acantilado en el cual habíamos ido a cortar flores para nuestras madres, yo había sido lo suficientemente tonto como para resbalar en el primer intento. Levi lo suficientemente bueno para cargarme en su espalda todo el camino de regreso. Cuando mi madre había decidido que quería guardar ese momento con una fotografía no había logrado estar tranquilo y todo lo que él pudo hacer en ese momento fue sostener mi mano en un mudo «todo está bien».

A veces eso era todo lo que hacía falta para detener mis lágrimas, con el tiempo, cuando el momento de dejar de ser niños llegó, su toque se volvió más especial, más efímero, y sobretodo doloroso. Terminaba por sentirme culpable por pensar en cosas desagradables, en cosas que no eran normales, y como una forma de prevenirlo, como una forma de mantener nuestra relación de amistad comencé a alejarme.

Nunca fui tan valiente para aceptar mi parte de la culpa en todo eso.

La tarde de ese día cuando en mi mesa de estudio reposaban los formatos todavía sin rellanar y en mi cabeza se aglomeraban miles de decisiones el teléfono de la casa sonó y mi madre apareció en mi puerta cinco minutos después.

–Es Farlan – dijo –. Me parece increíble que se llamen cada día y yo aún no lo conozca – agregó con una sonrisa.

–Quizá algún día – fue mi respuesta al pasar por su lado.

No es que no quisiera que mis padres le conocieran, era en realidad el hecho de que él viviese en otra ciudad lo que no había permitido las presentaciones debidas con mis padres.

Al responder su efusividad me tomó por sorpresa. –¡Eren! – Y pude imaginar su sonrisa –, debes de estar preparado ¿no es cierto? ¿Te emociona?

–¿Qué?

–¡Yo lo estoy! Incluso he decidido que sería...

–Espera, Farlan, me temo que no sigo tu ritmo. ¿De qué estás hablando?

Hubo un suspiro breve, de fondo casi pude distinguir la voz de Mikasa, así que deduje que ella estaba con él.

–La lluvia de meteoritos que ocurrirá justo después del eclipse lunar de hoy.

Oh.

Lo había olvidado.

–Estoy conduciendo hacia allá – su voz de nuevo no permitió que mis memorias se hundieran en una aglomeración de recuerdos deprimentes de una infancia que jamás volvería –, Mikasa está conmigo, veamos la lluvia de meteoritos juntos...