XII. - ✧Te confieso que...✧

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A pesar de que doliera, tenía que aceptarlo. El vinculo entre nosotros, aunque especial, parecía haberse detenido, muriendo un poco más día con día.

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En el año de 1989 el primer outing político-táctico se realizó cuando activistas gays acusaron en un acto público al senador republicano de Oregón de ser homosexual. Más tarde se sumarían algunos otros nombres al suyo. Y aunque lo pareciera muchos gay-libbers (como habían comenzado a llamarse) alegaban defensa en vez de ataque, lo que provocó que muchas personas famosas declararan su homosexualidad por voz propia.

El mundo estaba cambiando, y no es que no lo hiciera antes, para mí era la primera vez que realmente lo notaba; para mí no era que el mundo cambiara, para mí era yo quien estaba cambiando.

Sabía quién era, lo que sentía y lo que eso significaba, pero hasta cierto punto parecía nadar en un analgésico que no me permitía ser del todo consiente de la relevancia que ello tenía en mí. Pero entonces había llegado al punto en que la conciencia era tal que no podía seguir ignorándola.

Había pasado el punto, hace ya algunos años, de la dolorosa pregunta sobre ¿Quién era?, porque yo era Eren y lo sería hasta el final de mis días sin importar quien realmente me gustara, ¿pero eso acaso significaba que las personas a mi alrededor lo aceptarían? Tenía a Mikasa, a Armin y Farlan, quienes de algún modo habían contribuido al analgésico con su despreocupación, aceptando la situación con naturalidad, pero eso sin embargo no era cierto. No era natural y era extraño y durante esos dos largos años no pude evitar preguntarme si acaso esa era realmente la razón por la que Levi y yo no habíamos mantenido contacto; había traicionado su confianza haciéndole algo horrible e indeseable.

Comencé a preguntarme cómo reaccionarían mis padres cuando se los dijera. E intenté con todas mis fuerzas restablecer mis ideas, pero desde el principio, incluso si lo odiaba, había aceptado libremente que así es como era y nada, ni siquiera yo, podría cambiarlo.

Tenía miedo, por supuesto, las ideas que rondaban en mi cabeza en ese momento se aglomeraban en una sola: tenía que decírselo a mi familia.

Quizá era el valor que las personas en la televisión defendiendo sus ideales me daba, quizá era también mi imprudencia y sinceridad lo que no me permitía mantenerme callado más tiempo. O tal vez era la necesidad de dejar de ser el hijo perfecto que mis padres creían que era, de deshacerme de la sensación de traición que sentía cada vez que les miraba y les escuchaba expresar su opinión en cuanto a esos temas y no podía más que agachar la cabeza cuando mamá suspiraba y decía «¿qué pensarán sus padres?», porque eso mismo era lo que me pregunta.

¿Qué pensarás tú, mamá, si te digo que me gusta un hombre?

¿Te rompería el corazón?

En mi interior cualquier razón era factible menos esa ebullición de alegría que se arremolinaba en mi estómago como mariposas de papel mientras escuchaba a Isabel diciéndome que había terminado con Levi. Porque independientemente de si Levi era un hombre, no estaba bien alegrarme de la infelicidad de mi hermana.

«Quiero ir contigo» había dicho ella, y mamá siempre me había dicho que tenía que protegerla, así además del hecho de querer enterarme sobre lo sucedido, acepté que viniera para acogerla.

Isabel vendría sin decírselo a nadie, ni a Levi, ni a mis padres, ni a ninguno de sus muchos amigos, sería como si se hubiese evaporado y desde su punto de vista, mientras se deshacía entre mis brazos antes de siquiera poner un pie dentro del departamento, era el mejor castigo que les podía dar, porque si había algo que Isabel odiaba era que le llevaran la contraria, pero aún más odiaba la soledad.

Ella dijo un montón de cosas. Dijo que las señales estaban ahí en cada rincón del departamento que compartía con Levi empujándose unas con otras, invadiendo el aire, atravesándose entre sus pasos haciéndola tropezar. Creciendo tan rápido y fuerte como la mala yerba. Al dormir sentía que algo oprimía su pecho. El aire se sentía denso cuando por las noches a pesar de que su cuerpo era abrigado por la tibieza del cuerpo de Levi sentía mucho frío, porque la calidez de un cuerpo no cura un corazón asustado y herido.

Se me encogió el corazón al escuchar a mi hermana sufriendo por Levi, sufriendo como yo lo hacía. Viéndolo alejarse con indiferencia y sin mirar atrás hacia un futuro en el que ya no figuraba ella. Al principio sentí coraje y frustración, para luego llegar a la lástima porque ahora yo más que nadie la comprendía. Ella también estaba enamorada de alguien que ya no le amaba, aunque la situación no era la misma, porque al menos Levi la había hecho feliz un tiempo. La había hecho tan feliz.

–Hice lo correcto ¿no es cierto? Cuando alguien te deja de amar lo correcto es dejarlo ir.

Estábamos en la cocina. Isabel descansaba su mejilla izquierda sobre la mesa mientras se esforzaba por no llorar.

–Lo único que me molesta es que no tenga el valor de decírmelo.

El teléfono sonó. A nosotros después de unos minutos llegó la voz de Farlan diciendo que ella pasaría unos días aquí. En un intento por ignorar la discusión telefónica, Isabel acercó su silla a mí y recargó su cabeza en mi hombro, soltando un suspiro ella continuó hablando:

–Estar enamorado es tan jodido, pero es así ¿no? Cuando se trata de amor el dolor es inevitable el sufrimiento opcional, y aunque ahora mismo me siento incapaz de hablar con él de la manera correcta sé lo que quiero y debo hacer.

Ella giró a verme, los iris de sus ojos llenos de determinación, centellando como bengalas en la oscuridad iluminando el camino, sus labios formaban una sonrisa porque a pesar de que su decisión la dejaba vacía, al final de todo entendía que era lo mejor para ambos.

Ella sin esfuerzo alguno había dicho aquellas palabras que durante todo ese tiempo yo no había tenido el valor de formular. Y entonces en una mezcla de sentimientos que no me dejaban estar tranquilo lo dije.

–Hay alguien que me gusta...; es un chico.

La sonrisa en los labios de Isabel titubeó.

Continuará...

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¡Hola! ¿Como están? Actualmente yo me estoy muriendo de calor, ùnú, así que como helados para refrescarme. La canción de está vez de hecho se está reproduciendo justo ahora, la he repetido un montón: V.O.S de La Oreja de Van Gogh, me la recomendaron por aquí, así que muchas gracias (y sepan que tomo en cuanta las canciones que me dicen).

Por sus comentarios y votos igualmente gracias.

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