XIV. - ✧Meteorito✧

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El día en que decidimos que cada quien estaría mejor yendo por su propio camino, me quedé lejos de casa tanto como pude, dando vueltas por la ciudad hacia ninguna parte. Pasé por nuestra antigua escuela, por la pista de hielo, por la librería y la tienda de discos. Lloraba en silencio, mientras escuchaba todas esas canciones que solíamos compartir. Sentí que me limpiaba por dentro y que volvía a poner los pies en la tierra.

En la víspera de Navidad todos esos sitios estaban cerrados, pero yo seguí dando vueltas con el fin de evitar volver a casa y pensar en él.

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Era bueno suponiendo escenarios catastróficos, la mayoría de las veces. Era domingo, y una de las cosas en las que solía ser bueno era saber dónde y cuándo caería la primera gota de lluvia. Un paraguas hubiese sido muy útil.

Pero en lugar de eso espere la tormenta en completo silencio, porque en mi interior sabía que al final la lluvia te acaba mojando y calando hasta la médula. Te escondas donde te escondas.

La tormenta empezó con una llovizna. Suave. Muy suave.

Sucedió a las nueve de la mañana, el 24 de Diciembre.

Volví a casa para Navidad.

Farlan me acompañó aquel día de lluvia. Era extraño que lloviera en aquella época del año, entonces, cuando el auto se detuvo frente a mi hogar, ni siquiera pensé en ello. Conocía una vieja leyenda sobre los días de lluvia y las malas noticias, creo que ni siquiera fui capaz de recordarlo.

Todo lo que pensaba entonces era en el intenso olor a buñuelos con canela y granos de café molido. Papá era quien solía moler cada mañana del 24 de Diciembre su café importado que conseguía con un viejo amigo del trabajo. Y mamá solía preparar los buñuelos con canela como un capricho no muy usual de Isabel. A través de la puerta cerrada podía escucharlos hablar sobre la cena de Navidad y los regalos. Y por primera vez en mucho tiempo no me sentí cómodo de estar ahí, se sentía como si no perteneciera, como si yo fuese un extraño y ese no fuese mi hogar, e incluso llegué a considerar dar media vuelta y marcharme. Irme hacia cualquier parte en dónde el aire no se sintiera denso a punto de bloquearme los pulmones. Pero entonces la suave voz aterciopelada a mis espaldas detuvo cada pesimista pensamiento en mi cabeza.

–¿Eren? – era mi nombre siendo pronunciado con una dulce alegría disfrazada de duda.

Al darme la vuelta mis ojos vieron a una hermosa mujer, la madre de Levi, alta, esbelta, con ese tono de exquisita elegancia que nadie sabría definir en qué consistía pero que era como un sello ineludible de distinción.

–Hola.

Y entonces iluminó su rostro una sonrisa perfecta. En un segundo aquella maravillosa mujer me envolvió en sus brazos extendidos... Un abrazo estrecho, fuerte, prolongado, que parecía no tener fin. Al separarse de nuevo dejó escuchar su voz cadenciosa:

–Ha sido un tiempo desde la última vez que te vi. Estás más alto. Venía a visitar a tus padres y ha sido maravilloso encontrarte aquí – la madre de Levi, aunque reservada, era una persona con luz en su mirada y ternura en sus palabras. Era de una belleza exótica y nadie realmente sabía cómo una mujer tan guapa como ella había terminado criando sola a un hijo. Las personas, no todas, solían inventar historias groseras y obscenas, guiándose por el hecho de que ella en realidad nunca negaba o confirmaba nada.

Su mirada afilada y sus rasgos suaves por un segundo me hicieron pensar en Levi y le busqué de manera instintiva tras ella. No había nadie.

–Está en casa – ella dijo –, puedes visitarle si quieres.

BoyfriendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora