VIII. - ✧ Polvo de estrellas✧

1.8K 230 91
                                    

El 25 de Diciembre él me dijo que me llevaría por siempre en su corazón. Para mí eso nunca fue suficiente, yo quería ir para siempre de su mano.

.

Yo sabía que había cosas que sucederían si las deseaba.

Sabía que Levi me quería. Sabía también que en el mundo yo era su persona más importante.

Era consciente de las muchas veces que Levi hubiera venido si le hubiese llamado. Mi error sin embargo siempre fue ese. Nunca lo llamé. Incluso a su lado había sentimientos que era incapaz de expresar. Porque en el fondo sabía que cada uno de mis deseos no eran los deseos correctos. Porque incluso si lo pedía, Levi jamás sería capaz de mirar aquello como un capricho de su mejor amigo.

Los días siguientes nuestra relación se cuarteó un poco más. La pequeña fisura pronto comenzó a verse como algo grande que terminaría por devorarnos, hasta convertirnos en nada más que polvo de estrellas.

Volví a mi vieja costumbre de mirar a Levi a la distancia, con sus profundos ojos azules perdidos en la inmensidad que formaba Isabel, y los dedos de sus manos entrelazados con los de ella.

Pronto comencé a cuestionarme si realmente estaba bien llamarlo «mejor amigo» cuando nuestra relación se había reducido a nada más que simples conocidos.

–Realmente me gustaría conocer a tu hermana – Farlan me dijo una vez, durante su tercera llamada a mi casa. Hasta entonces no habíamos hecho más que hablar de viejos libros en estanterías perdidas de bibliotecas viejas y el hecho de si había o no vida en otros planetas. Sabía de mis sentimientos por Levi y siempre estaba dispuesto a escucharme. –. Porque para hacerte de lado de esa forma, debe de ser una chica extraordinaria.

Una risita forzada se escapó de mí. –No es sólo él, yo también lo evitó tanto como puedo.

–Pero si lo piensas es comprensible, estás luchando por dejar tus sentimientos mientras que él se aleja de ti sin razón alguna... O eso creo...; si lo pienso bien quizá ambos están siendo demasiado tontos, es decir, son amigos, sólo deberían hablar y superar lo que sea que esté sucediendo.

Con la sensación de una amistad creciendo, pronto intercambiamos correos.

Día tras días después de la escuela solía correr hasta esa computadora que en un principio pretendía ser usada solo para tareas y buscaba entre mi bandeja de entrada algún mensaje de Farlan. En ocasiones me contaba sobre lo acontecido en el día, algunas otras me preguntaba sobre alguna recomendación de lectura. Seguía llamando a casa y pasábamos horas hablando sobre lo divertido que sería viajar alguna vez al espacio, o encerrar en la palma de la mano a Spica*. No tenía que preocuparme por continuar una conversación, nunca había silencios, Farlan solía hablar sobre muchas cosas, yo sólo le escuchaba atento, refutaba, cuestionada, recomendaba y en ocasiones solía retarlo.

Terminé viendo las películas que me recomendaba durante los siguientes meses. Farlan leía los libros que le sugería y llamaba al terminarlos para compartir sus impresiones. Nos despedíamos hasta que mamá llamaba a mi puerta y me ordenaba dormir.

Y al día siguiente la rutina se repetía.

El día que no hubo llamada ni correo sentí un extraño vacío antes de dormir.

«Pero claro, es Universitario, seguro tiene mejores cosas que hacer»... pensé.

Mientras él, inquieto en una fiesta de despedida para un viejo amigo suyo, se removía en su silla, me lo había contado al siguiente día, junto a un montón de disculpas innecesarias, y un susurrado «te extrañe».

BoyfriendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora