Apoyo de un extraño

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Al destino le gusta probar muchas cosas de las personas: paciencia, voluntad, entre otras tantas...
Pero hay veces en las que por más difícil que te ponga el obstáculo, siempre acaba apiadándose de uno y espera entregarte una ayuda...

Minseok estaba agitado, le costaba respirar, pero más aún, le costaba tratar de guardar silencio tras el mesón del laboratorio en el cual se escondía de un chico para nada agradable.

Hace unos días el chico con quien había chocado comenzó a buscarlo y trataba de hablarle, pero simplemente le fulminaba con la mirada y se marchaba, ignorándolo.
Sin embargo, el de cabellos castaños no se rendía e iba tras de él.
Era una clase de tortura a la cual estaba seguro no podría soportar. Al menos su cuerpo ya agotado de tanto correr y esconderse de ese chico le decía que no podría por mucho...

Bueno, qué más da si ya tengo el tiempo contado... pensó Minseok.

-¡Heyyyy~! - de pronto la puerta del laboratorio se abrió de golpe, mostrando a un animado chico con su típica sonrisa gatuna.

Xiumin se sobresaltó y buscó con desesperación alguna salida aparte de la que tapaba su acosador extraño. Sin embargo, no la halló.

-Ohh~ - musitó JongDae- Quizás esté en la cafetería- murmuró para sí, aunque fue claramente escuchado por el de mejillas regordetas.
Apenas sintió la puerta cerrarse y unos pasos alejarse, soltó el aire que hasta ese momento estuvo conteniendo a duras penas.
Salió de su escondite y sacudió sus prendas. Tomó su mochila y se dirigió a la salida.
Apenas comenzó a girar de la perilla la puerta se abrió de golpe, haciendo que saltara del susto y retrocediera.
-Te encontré~ Baozi~- canturreaba el pelicastaño triunfante.

Mierda... pensó el chico.

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No supo en qué momento sucedió, ni cómo pudo lograr evadir al chico y escapar por los pasillos. Ahora lo único que deseaba era desaparecer de su vista y que lo dejara en paz... Al menos por este día (porque claro, estaba seguro que no lo dejaría en paz).
Se adentró en la primera sala que logró divisar, cerrándola de forma un tanto brusca y luego se dejó deslizar por esta hasta quedar en el suelo.
Soltó un gran suspiro de alivio, el cuarto o quinto del día, ¿es que acaso ese chico se burlaba de él?
De ser así, prefería mil veces que lo golpeara y no le hiciera correr la maratón del diablo... Aunque ahora que lo pensaba, ¿por qué lo ignoraba? Quizás, si le prestaba la atención que deseaba, lo dejaría por fin en paz.

Eres HermosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora