1.- Un Puñado de Ilusiones

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Había nacido diecisiete años antes, pero el verdadero génesis de mi vida no fue hasta ella llegó a mí. Conocí a Tomina Trümper hace varios meses atrás, la noche que Anis Ferchichi, mi novio en aquel entonces, me invitó al cine para una de nuestras muchísimas, constantes y cero novedosas citas. Habíamos viajado hasta Magdeburgo porque en Loitsche simplemente no había tal cosa como un cine y ya estaba obscureciendo cuando subimos a su camioneta para volver a casa. Anis había elegido una película de terror y estaba enterada de que fue a propósito. El reconocido chico problema de Loitsche tenía esperanzas de que, al ser de ese género y como la mayoría de las chicas lo haría, yo, asustada e indefensa me abrazara a él en busca de protección, pero a diferencia de lo que mi apariencia dulce y femenina pudiera mostrar, las películas de terror simplemente me parecían aburridas porque lo que a mí me producía terror era algo demasiado diferente a lo que él podía imaginar.


Me gustaría que fuéramos a otro lugar antes de volver a casa —sugirió el chico musculoso sentado frente al volante de su camioneta de lujo con un gesto ridículo que pensé intentaba ser seductor. Alzó una ceja y me barrió de arriba abajo con la mirada.

Bushido, como le llamaban los chicos, era un tipo bien parecido y galante con las féminas, también era conocido por ser un buscapleitos y no precisamente el mejor en los estudios, pero esa peligrosa maldad en él, esa forma de ser tan desagradable para con los demás me resultaba fascinante, incluso admirable. Yo quería ser como él, hacer lo que quería, cuando quería, porque quería, sin esperar la aprobación de nadie, pero aquello me era simplemente imposible.

Son las once treinta, Anis, tengo toque de queda a las doce, será mejor marcharnos de una buena vez —dije bostezando ya sin preocuparme por disimular. Jamás había tenido una cita tan patética, Anis nunca había sido tan aburrido y ansioso como lo era ahora. Los chicos siempre me trataban con galantería, abrían las puertas a mi paso, me tomaban de la mano para que saliera del auto, corrían con los gastos y me hacían costosos obsequios a cambio de nada más que una mirada. En un principio salir era divertido y halagador, pero a estas alturas, me parecía más atractivo sentarme en un hormiguero bebiendo lejía que pasarme dos horas viendo una maldita película de posesiones mientras intentaba desviar los vagos intentos de Anis por meterme mano.

Bilibelle... —me llamó él a modo de ruego y alcé una mano para detenerle en seco.

Billie, te he dicho que me llames Billie —llamarme Bilibelle, Bill por el abuelo y Belle por mi verdadera madre ya era lo bastante cursi y malo, como para que todavía me lo recordara después de la tediosa peor cita de la historia— y no insistas Anis, llévame a casa, AHORA —Ordené cruzando la pierna y acomodándome un mechón azabache detrás de la oreja. El estacionamiento estaba a media cuadra del cine y la iluminación era bastante mala por lo cual detuve mi intento por arreglarme el flequillo con el espejo de mi maquillaje compacto. Guardé el maquillaje en mi bolso Betsey Johnson, para después acomodarme la falda rosa con vuelo y cintura alta que había comprado el mes pasado.

Billie, por favor — rogó tomándome del rostro para que volteara a mirarle. Anis tenía ojos cafés, cabello castaño, casi negro, bien corto por los costados y un poco más largo en el resto, musculatura destacada, labios de buen tamaño y cejas gruesas. Era el rey no coronado del baile de primavera (demasiado rebelde para eso) y probablemente uno de los chico más guapos de todo Loitsche, pero al tenerlo así, viéndome a los ojos y aproximándose peligrosamente a besarme me agradaba, ese pequeño gusto de tenerlo suplicando por tocarme me hacía sentir poderosa, pero el peor de mis miedos estaba ahí, no había excitación ni deseo, mi cuerpo no sentía la más mínima emoción por la tentativa de su toque—Tengo ganas, Billie, salimos hace más de tres meses y no me has dejado tocarte —Colocó su palma a la altura de mi rodilla mientras acercaba más su rostro al mío. "Vamos Billie, tienes que sentir algo" decía para mi mientras sostenía su mirada, no era posible que lo único que pudiera sentir era un leve fastidio al verlo desacomodar aquel extremo de mi falda que acababa de poner en su lugar. Su mano se deslizó en dirección a mi muslo y cerró los ojos a unos centímetros de mis labios. Mi reacción automática fue voltear el rostro y apartar su mano de manera tosca, no tenía miedo de su toque, no tenía miedo de sus intenciones, tenía miedo porque no sentía nada distinto al desagrado, porque el Anis desesperado que me necesitaba de una forma tan física no me hacía necesitarle del mismo modo.

Girls Like Girls Like BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora