3.-Fake & Furious

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Debatiéndome entre la variedad de sabores, bajo la mirada ambarina de mi secreta chica favorita en todo Loitsche, señalé con mi ovalada uña sobre la vitrina de cristal el sabor de mi elección.

Escocés —mencionó con un gesto de sorpresa y decidí que esa voz me encantaba —debí suponerlo, tan sofisticado como tú —sonreí por el comentario cuando en realidad quería rodar los ojos en blanco. Era irónico, pero de todas las personas en Loitsche, tenía esperanza en que mis intentos por parecer sofisticada fuesen inútiles con ella —Estoy bromeando —agregó con un gesto sínico en el rostro mientras yo me deleitaba observando sus delgados pero marcados brazos al formar una perfecta bola de nieve para después colocarla en una canastilla de waffle bañada en chocolate. Aterrada, me pregunté si por error no habría tornado los ojos frente a ella, no tenía ninguna intensión de parecer subnormal —pensé que elegirías algodón de azúcar — dijo enterrando una cucharilla en la bolita de nieve, tendiéndome posteriormente la canastilla para que yo la tomase.

¿Por qué? —pregunté curiosa poniendo el monedero sobre el mostrador para coger lo que me entregaba y el choque de nuestros dedos alrededor de la canastilla me provocó un escalofrío. No era la primera vez que me tocaba, pero así lo había sentido.

Estando en mis cabales jamás hubiera entablado conversación con Tomina Trümper, no porque me faltaran ganas de hablar con ella, siendo honesta, había creado en mi mente un escenario perfecto en el que platicábamos de forma natural y fluida sobre las cosas que nos gustaban, la idea no sonaba tan descabellada en mi mente, pero llevando la cosa a la práctica estaba por abandonar la misión.

Porque es justo como tú, tiene esa apariencia femenina, empalagosa y artificial, y por artificial quiero decir falsa —al ver que no estaba bromeando le arrebaté la nieve y en un arranque de furia salido de mis entrañas se la aventé sobre el mandil de color rosa chillante. Ella se sorprendió, pero la sonrisa que se dibujó en su faz fue auténtica —te lo dije.

Guárdate tus comentarios, Trümper— le respondí controlando mis expresiones faciales con un esfuerzo sobrehumano. La chica que me gustaba, la primera después de mi amargo trago de amor no correspondido con la chica que ahora era mi cuñada, pensaba en mí como algo no muy diferente a una Barbie. Y nunca antes me hubiese molestado la comparación, de no ser porque era ELLA quien lo pensaba.

Tom, llámame Tom —pidió mientras se limpiaba el poco pero bien formado pecho con una servilleta sin dejar de sonreír —te ves linda cuando te enojas, Eloise...

Tallada en piedra y con la música de fondo cada vez más lejana, permanecí de pie frente al mostrador sin saber que decir y de haber sabido, tampoco es como si hubiese podido articular palabra alguna. Ella, la chica de la que me había enganchado al comenzar el semestre y que había ignorado groseramente desde nuestro encuentro en el cine conocía mi segundo nombre, me llamó Eloise. No Billie, no Bilibelle, ni por mi apellido, me llamó Eloise.

Tom, ¡¿Qué demonios?! ¡Recoge eso de inmediato! —dijo una mujer rubia de no más de treinta, sacándome de mi lapsus de idiotez.

Se me resbaló de los dedos, Sarah, lo limpiaré en un momento —respondió Tom sin inmutarse.

Correrá por tu cuenta, Trümper —amenazó la rubia con su placa de subgerente colocada sobre el lado izquierdo del delantal que la identificaba como Sarah Pabelick. Dejó sobre el enfriador de las paletas varios paquetes de barquillos y conos para después desaparecer tras las puertecillas de madera blanca maldiciendo por lo bajo cosas inentendibles.

Como digas, Pabelick—respondió Tom socarronamente y sin acongojarse —Esta vez yo invito —dijo para mí.

Sintiéndome tonta y descubierta, di media vuelta y salí de Peach House sin decir una palabra; Cuando pude aclarar mi mente me encontraba a cinco cuadras de la universidad, cerca de Owen Park. El corazón aún galopaba en mi pecho y mi cuerpo temblaba nerviosamente. La profundidad de su voz pronunciando mi nombre, la simetría de sus dientes y aquel piercing coronando su sonrisa de macarra junto con la intensidad de su mirada me había fundido algunas neuronas. ¿Acaso Tomina Trümper también había estado investigándome? ¿Estaba enojada conmigo? ¡Claro que lo estaba! Me había salvado de una violación y había pasado de su cara por meses, ignorándola incluso frente de mis amigas y como cereza para el pastel le había aventado una canastilla con nieve.

p.d. TRÁGAME TIERRA

¡Billie! —gritó Georg y me giré asustada por la sorpresa. La calle estaba medio vacía y acababan de encender la luz mercurial, le daba un aire nostálgico londinense a la naciente noche.

¡Geo! —Le saludé varios tonos más arriba de lo normal sin poder ocultar mi sorpresa — ¿Qué haces aquí?

Trabajo aquí, Billie —respondió desconcertado y quise palmearme el rostro por la recurrente idiotez que parecía seguirme a donde quiera que fuese el día de hoy. Georg, mi hermanastro, sostenía entre sus manos la funda térmica verde con la cual cubrían las pizzas, caminó hacía la parte trasera de la Suzuki y levantó la tapa de la cajuelilla para guardar su próxima entrega.

Cierto, Trabajas aquí —dije entre risas falsas cuando me percaté que a mis espaldas estaba Geronimo's Pizza. Geo tenía poco menos de una semana de estar trabajando para Geronimo Fabrizi como repartidor y aún no me acostumbraba a la idea.

¿Qué te trae por acá? creí haber escuchado que te verías con Andreja en Peach House, ¿Sucedió algo malo? —preguntó preocupado sacándose el casco y colocándolo sobre el asiento de la suzuki.

Todo está bien, no te preocupes, llegué un poco antes y quise dar un paseo — mentí

Billie, no quiero verte por Owen Park a estas horas, sabes lo que ocurrió ayer — ¿Cómo olvidarlo? Vivíamos en una ciudad diminuta rodeada por montañas, conocíamos a cada persona del lugar. Que una chica apareciera muerta a mitad de Owen park y que nadie se diera cuenta de lo sucedido era ciertamente aterrador. Aquella historia tenía a todo Loitsche en el ojo del huracán y las autoridades habían montado vigilancia extra en las afueras de la ciudad. Recomendaron no salir si no era necesario, pero resultaba bastante aburrido permanecer en casa cuando tenías diecisiete años.

Lo siento Geo, yo solo...

¡Kaulitz! — Gritó una voz familiar — ¡Kaulitz! —Empezaba a preguntarme si padecía de alucinaciones, pero Geo se había girado en su dirección, no había manera de que estuviera alucinando —Olvidaste tu bolso — dijo Tom cuando llegó hasta donde nos encontrábamos y extendió su mano para entregármelo.

La playera negra pegada al cuerpo, los jeans baggie que le quedaban de infarto, el cabello que le había crecido desde aquella vez que nos conocimos y que se asomaba en picos bajo su gorra de rapero apuntando a todas direcciones. De nada servía negarlo, mi corazón lo gritaba cuando la tenía enfrente y en mi mente di click a "sí a todos los términos y condiciones"


Girls Like Girls Like BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora