17.- Cuando mientes

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Descubrí que me gustaban las chicas cuando tenía siete años, cuando la profesora me hizo pasar al frente sujeté mi hoja con seguridad, sabía exactamente lo que quería y se lo dije a todo el mundo para que fuera testigo de mi descubrimiento:

"Cuando sea grande quiero tener una gran casa de madera, un perrito y trabajaré en un banco para tener mucho dinero, después voy a casarme con Andreja y vamos a ser felices para siempre"

Andreja me sonrió contenta desde su pupitre y en aquel instante creía estar escribiendo mi futuro, ella era la única con la que podía imaginarme diciendo "Te quiero" como en las películas, hasta que la profesora se agachó para estar a mi altura y sujetándome de los hombros dijo claramente "Bilibelle, las niñas no pueden casarse con las niñas, eso está mal" El resto de los niños comenzó a reír, Andreja dejó de sonreír y me miró asustada "cuando seas grande te casarás con un buen hombre y Andreja también, como debe ser" y crecí sintiéndome de esa manera, incómoda con lo que mi corazón añoraba pero que estaba mal, con el conocimiento de que en algún momento en el futuro, más pronto de lo esperado, perdería al amor de mi vida en manos de algún hombre como debía de ser.

El tiempo pasó rápido y pocas cosas con respecto a mis sentimientos cambiaron, Andreja se había quedado a mi lado y empecé a notar el paso de la adolescencia sobre ella, mientras que yo me había vuelto más alta, larguirucha y plana como una tabla, Adreja había tomado delicadas formas femeninas, sus pechos estaban redondeados y bonitos, sus caderas más anchas y sus facciones mucho menos aniñadas, el cabello corto de cazuela que usaba cuando estábamos en la primaria había pasado al olvido y ahora ella llevaba el cabello rubio hasta la cintura como una delicada cortina de hilos dorados. Mis sentimientos, aquellos que estaban mal, no habían cambiado ni un poco, más bien se habían intensificado y la frustración creció al igual que nosotras.

Era otoño cuando había ocurrido, corrí a toda la velocidad que me dieron las piernas enfundada en mi abrigo rojo hasta la gran fuente de Owen park, Andreja estaba sentada en una de las bancas frente a la fuente con su abrigo azul marino y el gorro rosa de lana que le había regalado para su cumpleaños, sostenía dos vasos blancos en sus manos y observaba el paisaje con atención. Me sonrió nerviosamente cuando se percató de que la miraba y me tendió uno de los vasos para que lo tomara. El calor que produjo contra mis dedos helados fue el mismo que sentí cuando me encontré con el claro de sus ojos, ella era tan bonita, tan especial, era la chica que había querido desde que podía recordar y estábamos aquí, juntas, después de tantos años, sentadas en la banca en una tarde de otoño con las hojas teñidas de ocre y naranja sobre nuestras cabezas.

¿Qué era eso que querías decirme? —pregunté ansiosa, había una probabilidad de que se tratara de lo que estaba imaginando. Ella se sonrojó fuertemente e intentó ocultar su rostro tras las hebras doradas de su cabello. Andreja sujetó mi mano libre con fuerza y después dijo aquello que jamás pensé que diría:

Estoy enamorada de Georg...

Mi corazón preció detenerse, respirar se volvió imposible, un nudo ciego me cerró la garganta y sentí los ojos arder por el esfuerzo que hacía para no llorar ¿Cómo no lo noté antes? Me pregunté en aquel momento, el hombre que la llevaría lejos de mí sería mi propio hermano. Georg nunca había mencionado nada sobre Andreja, pero la trataba con la misma dulzura que a mí, le hacía cariños y le sonreía con coquetería. En lo que pareció un parpadeo Georg y Andreja habían comenzado a salir solos, yo simplemente no podía arrebatarle nada a Georg, él era mi verdadera familia, era todo lo que tenía y que era real, si él también quería Andreja entonces él la tendría y entendí en ese instante que la maestra había tenido razón, que las niñas simplemente no podían casarse con las niñas y que lo que sentía por Andreja estaba mal.

Girls Like Girls Like BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora