35.- Ignorancia

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Mamá, soy lesbiana...

Las palabras se arrastraron por su garganta y brotaron fuera en un momento de desesperación, Simone le miró desde su sitio con los ojos como platos, Billie lloraba y se sentía poca cosa frente a la persona que tanto admiraba. Su madre o mejor dicho, la mujer que le había adoptado, le observa atónita sin atreverse a decir nada más, Simone la observó como si hubiera dejado de ser ella misma, como si el encanto de la hija perfecta se hubiera evaporado y solo quedara una completa extraña. Cada segundo que transcurría era peor que el anterior, se había sumergido en aguas demasiado profundas y se estaba quedando sin aire.

Di algo... lo que sea... —suplicó Billie cuando el silencio de Simone se prolongó por lo que le pareció una eternidad —sé que no es lo que esperabas de mí, pero si pudiera ser de otra manera lo sería, si pudiera amar a un hombre lo haría mamá, lo haría para hacerte feliz... pero después de mucho intentarlo, de forzar las cosas, simplemente no pude hacerlo... —confesó temblorosa con las mejillas húmedas y los ojos en lágrimas —así que di algo porque siento que voy a morirme si no dices aunque sea una maldita cosa...

Simone se puso de pie y se acercó a la delgada chica para envolverla entre sus brazos.

Gracias por decírmelo, Bilibelle —contestó Simone, pero su desconcierto continuaba, lo que Billie le había dicho resonaba en su cabeza, Simone intentaba embonar las piezas pero le resultaba imposible, creyó que estaría lista para escuchar a su hija pero no lo estaba y se sentía avergonzada por ello.

Lo siento mamá, de verdad lo siento...—dijo Billie aferrándose a Simone —No dejes de amarme por favor, no me odies mamá.

Me acostumbraré —dijo Simone con tristeza por que sabía como la vida de Billie cambiaría apartir de ahora. Angustiada y meditabunda terminó el abrazo lentamente, costándole trabajo alejarse de Billie porque sentía que la perdía, que la niña se desvanecía y una persona distinta ocupaba su lugar. Simone dio media vuelta y se marchó escaleras arriba sin decir nada más. Billie estaba confundida, temblando sin poder seguir a Simone o hacer más preguntas, Simone no había dicho que la aceptaba, pero no la había corrido de la casa, no le había maldecido o señalado, le había dado un abrazo y Billie trató de que eso le bastara para tranquilizarse aunque el resultado le hubiera dejado llena de dudas y otros miedos nuevos. ¿Qué cambiaría entre ambas de ahora en adelante? No tenía la menor idea, probablemente jamás podría contarle sobre su noviazgo con Tom y todas las cosas que había aprendido de ella, del apoyo que le daba o de cuan enamoradas estaban, que se sentía amada y mucho más feliz que antes, dudaba mucho que Simone pudiera alegrarse.

Aún llena de pesar, Billie se secó las lágrimas y trató de ser positiva, pero no podía ignorar la inseguridad invadiéndolo todo ¿qué pasaría si Simone cambiaba de parecer cuando dejara de estar sensible, cuando tuviera tiempo de pensar? Billie divago mientras caminaba por la arboleda de la universidad tiempo después. Ellen había pasado por ella y aunque la dulce pelirroja no había dejado de parlotear todo el camino, Billie no recordaba ni la mitad de lo que había dicho. Billie tampoco era consciente de que Ellen se percató de que había algo diferente en ella, todo en Billie cambió de un momento a otro, se le veía más seria, más lejana, más tensa, cuando en el pasado siempre se había comportado de tal forma que daba la impresión de que ella no tenía problemas, que su vida era perfecta y tan agradable que provocaba la envidia de todos, nunca había algo cuestionable en su modo de vestir, era impoluto, cuidado y clásico. Ahora su ropa era más bien desenfadada, o lo que nunca pensó que diría: cómoda. Ellen se guardó para si las preguntas porque sabía que lo del gimnasio debía estar conectado de alguna manera y si Billie no lo había sacado a relucir, sus motivos tenía.

Girls Like Girls Like BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora