34.- Las palabras no dichas

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Tomina y Billie recorrieron el camino que les llevaba a la puerta de la bonita casa de los Kaulitz, las lucecitas del jardín ya estaban encendidas y el coche de Simone Kaulitz estaba estacionado frente a la entrada. Billie sabía que incluso los mejores días terminaban, por lo que la chica de trenza desecha y sonrisa de macarra besó los enrojecidos labios de su novia antes de dejarla entrar.

Si las cosas salen mal estaré justo detrás de la puerta—dijo intentando brindarle seguridad pero sin darse cuenta de que lucía mucho más aterrada que Billie—grita mi nombre y te sacaré de ahí en un santiamén—aseguró sujetando su barbilla y Billie asintió con una sonrisa muy pequeña pero auténtica, sabía que Tom estaría ahí mucho antes de que lo dijera.

Quiero pensar que no será necesario que entres a casa como un agente SWAT—Tom acarició su cabello y le sostuvo la mirada con solemnidad —te veré en un momento.

Billie entró a casa sintiéndose completamente diferente a todas las otras veces que había atravesado la puerta, se sentía mucho más ligera y pequeña, tenía miedo, si, absolutamente, pero también sentía que era mucho más fuerte que antes, no estaba en un armario, no estaba sujeta a una silla, era libre.

Extendió la vista y escuchó ruido proveniente de la cocina. Fue hasta ahí dejando que sus pasos la guiaran. Pronto encontró a Simone cortando vegetales sobre la tabla al centro de la barra tarareando una canción muy vieja que siempre cantaba cuando estaba cocinando.

Billie, no te escuché llegar, ¿cómo te fue? —se sobresaltó para después sonreírle a su hija.

Billie la observó con atención sus facciones preciosas aun con el paso de los años, el cabello recogido en un moño y su ropa cómoda de mamá en lugar del pitufo que solía utilizar para trabajar en el hospital.

No sé cómo se supone que debería decir esto, a decir verdad haría cualquier cosa con tal de no tener que decir esto, pero te enterarás...—dijo Billie como introducción mientras jugueteaba nerviosamente con la bastilla de su suéter.

Estás asustándome Biliebelle ¿qué está pasando? —preguntó Simone dejando el cuchillo a un lado y caminando al fregadero para enjuagar sus manos. Las secó rápidamente con la toallita que colgaba del aza del horno y se encaminó hasta Billie para tomarla de las manos — ¿de qué me voy a enterar?

No es grave, pero tampoco es irrelevante, es bastante... —la voz de Billie se quebró, de un segundo al otro el nudo se formó en su garganta y sentía que iba a llorar en cualquier momento.

Cariño solo dilo —le motivó Simone y recordando a Tom que esperaba fuera de casa sigilosamente en caso de que las cosas no salieran bien, tomó el último shot de valor que le quedaba después de ese primer día fuera del armario y lo dijo.

Me gust...

No pudo terminar la oración porque el celular de Simone interrumpió, Simone, habituada a los imprevistos debido a su carrera, identificó de inmediato el tono para llamados de emergencia por parte del hospital, pero aun así mantuvo firme el agarre en las manos de su hija que parecía tan afectada. Billie había perdido el valor, se había ido con la interrupción del celular, Billie sabía que si ese tono sonaba la vida de alguien estaba en peligro suficiente como para pedir a Simone como refuerzo.

Contesta mamá, no tiene importancia, te necesitan—dijo Billie y Simone se resistió a dar el tema por zanjado.

Billie solo dilo

Está bien mamá, solo reprobé un examen... me siento... avergonzada por ello...—Simone le miró sorprendida e incrédula pero el teléfono no dejaba de sonar, una vida estaba en juego.

Girls Like Girls Like BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora