Kagune

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Karamatsu no se dio cuenta de lo mucho que disfrutó su comida hasta que unas risitas a su lado lo hicieron notar que se estaba chupando los dedos de gusto.

El gran filete grueso había desaparecido de su plato, al igual que los demás que estaban en la mesa.

Estaba un poco confuso por distraerse tanto al saborear la comida, pero al menos esta vez sí fue él quien degustó su plato.

Se sintió algo culpable al disfrutar el sabor de la carne que, aunque estaba cruda, era de un sabor inigualable y delicioso, algo que nunca había probado en su vida pero era tan apetecible como sus platos preferidos (odiaba recordar que ya no los probaría más).

Sabía que era su condición de ghoul era lo que lo hacía gustarle eso, era obvio que la carne humana no debía saber así.

¿Verdad?

Tan rápido como Ichiko se había sentado a comer, se levantó de nuevo sin decir una palabra y subió las escaleras con una mirada cansada y desganada.

-¡Pero miren como se han ensuciado! – Exclamó entre risas Osoko mirando a Karamatsu y a Jyushiko, quienes tenían el rostro con manchas de salpicadura de sangre. Todoko también, pero eso era normal en ella. – La próxima les conseguiré baberos... - Acto seguido, sacó un pañuelo y mojándolo un poco con su saliva, se acercó al ghoul que estaba más cerca (Karamatsu) y agarrándole la barbilla, empezó a limpiarle.

Inevitablemente, el de azul se sonrojó casi tanto como las manchas que tenia, pero no se inmutó.

Tener una mujer tan cerca lo había puesto nervioso. De alguna manera se sentía un estúpido porque ella lo estaba tratando como a un niño, pero la suavidad de su mano y la delicadeza con que lo limpiaba lo hacía sentir de alguna manera afortunado, si pudiera presumirles a sus hermanos... Por primera vez una mujer (que no es su madre) lo estaba tocando sin ser una bofetada o un puñetazo.

Cuando Osoko terminó su trabajo, Jyushiko ya estaba a su lado para su turno, la mayor dio unas risitas y continuó con la de amarillo. Para Osoko sus hermanas menores siempre serían unas niñas. Karamatsu en cambio, era otro tema...

Todoko, al ver toda la escena puso una cara de cachorro abandonado hacia Choroko quien seguía a su lado.

-Yo también tengo algunas manchas, Choroko-neesan. – Dijo fingiendo inocencia. Era típico de ella querer algo de atención de vez en cuando.

La de verde, quien (a diferencia de Osoko) era la mano de hierro de la casa, le lanzó una servilleta en la cara y se levantó para recoger los platos.

-Ya tienes 16 años Todoko, límpiate tú.

-¡Pero! ¡Pero! – Para ese entonces, Karamatsu y Jyushiko estaban limpios y ayudaban a levantar la mesa. Sin más que decir, se fue a su habitación (que compartía con Jyushiko) con una mueca de puchero.

Todoko se limpió en el espejo de su habitación para luego se recostarse en su cama y abrazar uno de sus tantos peluches.

"Karako-neesan me hubiera limpiado si estuviera aquí". Pensó con tristeza. Su hermana de azul era quien consentía a todos, pero por sobre todo a Todoko.

En la mesa, mientras comían, la de rosa había olvidado por completo la ausencia de Karako, teniendo su olor cerca se sintió como una comida familiar que hace mucho que no tenían.

Cuando levantó la mirada después de comer y vio al chico chupándose la sangre de los dedos, recordó que Karako había desaparecido, que probablemente había sido usada en esos experimentos enfermizos que los humanos hacían y que por eso, ya no volvería a verla más.

Matsuno GhoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora